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Opinión - Almería - 15/09/2019

CASTAÑAS PILONGAS



"Cambian los tiempos, pero también el tiempo"

Almera 24h
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Tres parques y un río limitando una ciudad sin ruidos y que alzando la vista, se puede contemplar esa falda de los Pirineos que dan ganas de no despegarse de ella: Huesca. Solo le falta la luz del alba: Una luz mañanera propiedad de un rincón llamado Almería que no está dispuesta a compartir. (Es el aliento y energía de los almerienses)
Congéneres mañicos en el Hogar de los Jubilosos Jubilados, me invitan a jugar a los dardos a sabiendas de mi mala puntería en una diana consecuencia por la cual, todavía le estoy pagando a un cliente su ojo derecho. Saludo a Amador, que no puede recibir pensión: Pidió su vida laboral y se la enviaron en el reverso de un sello de Correos.

Lorenzo, poeta confuso -emulando a Kafka - preguntándose si los muertos están solos. Jesusito, que era tan bajo de estatura que no sabíamos si estaba presente o estaba lejos. Andrés, que venía de Iberbank preguntando - como hacia todos los días del año- si sus escasos ahorros seguían allí. Escucho al Perico en otra mesa en pleno cabreo condenando lo que cuesta una incineración; que él, con “vuelta y vuelta” ya tenía bastante. Melendo, “apóstol” de 98 años muy cabreado porque en un análisis de sangre, le aplicaron la prueba del Carbono-14.

El amigo, Jorgito, jorobado, explicando lo mal que le sentaba el chaleco. Un cartel en la pared donde avisa que: “Si un político te dice que la cosa marcha bien, es cuando te toca empezar a preocuparte”.

Un largo paseo con mi amigo, A. Zapico, profesor emérito de la Universidad de Zaragoza, que me suelta en plena reflexión: “Es más difícil hacer reír a una persona ya que llorar, todos sabemos” Le dedico un ademan de acierto y le incito a fijarse en una estantería donde exponen una marca de cerveza rumana, “Timisoara” cuya leyenda en español, anuncia su caducidad, “Consumir antes de ver el cuello de la botella” a lo que mi amigo capto la leyenda y me dice con una sonora carcajada - “desde luego, aunque caduque, siempre será mejor suicidarse en defensa de nuestro idioma” Mientras, observo lo que nos rodea.

Observo a un castañero apostado estratégicamente en la calle. Pienso que los castañeros sobreviven al siglo pasado, cuando a otros colegas –los carritos de helados, los barquilleros y los conos de azucarillos a la salida de la obligada y pestilente misa, se los llevó el tiempo - Desde hace ya unos días muestran las esquinas algunos puestos de castañas, antojo y reminiscencias, pienso, de un tiempo pasado muy dado a recordarlo entre el romanticismo y la charanga de la memoria, pero que está bien donde quiera que esté ese tiempo y ojalá no vuelva. Esto de las castañas en un cucurucho de papel nos retrotrae a la ciudad, otrora gris y desangelada gratamente superada, aun reconociendo el alarde del castañero y su innovación que ha abierto una web con su punto com. y la humeante castaña como perfil en Facebook.

Cambian los tiempos, pero también el tiempo. Llevamos unos años que ni frío hace. No sé hasta qué punto el desembarco laborioso de un régimen político de libertad tiene que ver con el clima o si aquí es aplicable el desencuentro del culo y las témporas, pero es evidente que la democracia ha difuminado las isobaras de la dictadura hasta extremos impensables. Porque no me negareis que las nevadas eran de aúpa en pleno franquismo; y las heladas, también los sabañones, las diarreas de los nuevos amaneceres, los funestos y tétricos Rosarios en familia…, bufandas incluidas.

Parecía que el anticiclón de las Azores se nos quedaba en aquellas latitudes en puertas y se resistía a visitar un autárquico País cerrado en su ombligo de esparto y estopa para evitar cualquier tipo de corriente así no fuera ni política. Rebozados en la utopía de Versace, permanecíamos atrincherados en El Alcazar contra los indios cafres de una Europa, caterva de ignorantes, que no podían entender nuestro progreso evolutivo del Seiscientos, la botella de anís del Mono vacía como comparsa de Navidad ni digería las copas futboleras: El folclore representativo y crisol del amplio mosaico español. Las demostraciones verticales del sindicato unicornio y la escasa permisividad horizontal… cuño de auténtica reserva moral de Occidente. Luego, esos bárbaros del norte llegarían en manada, disfrazados de turistas, y nos tumbarían por la arena playera nuestra pretendida virtud con el exiguo percal del biquini, unas tetas al aíre…, mientras nuestras madres no se quitaban la dignas sayas.

En todo caso, ¡Cuántas mañanas amanecía la ciudad envuelta en nieves y ventiscas! Entonces, el recurso de la castaña era apreciado y apreciable, tanto como alimento, que nunca estaba de más, como de calefacción de bolsillo. Además, este fruto solía mantenerse en niveles adquisitivos muy accesibles y no se veía afectado por un IPC que ni puta idea sabíamos que existiera. No era sólo la castaña un recurso callejero, sino que en las casas también aportaba calorías: asadas, cocidas y hasta con leche.

No tengo nada contra las castañas -en todo caso, lo tuve contra las castañas pilongas distribuidas a saco por la autoridades de uniformes grises-, pero es bien cierto que determinados sabores u olores te meten en el túnel del tiempo a escobazos y algo, por ahí adentro, te devuelve un paisaje, si no olvidado, si repleto de matices que suenan a estridente arpegio, por más que lo endulzáramos con la balada de The Beatles, “One day in my Life”.

Quizá sea higiénico conservar algún daguerrotipo de aquel pasado, siendo verdad que pocas cosas le quedan de una etapa cada vez más perdida en la innovación y con menos testigos directos de unas batallitas hoy etiquetadas como unos cómics sepia de abuelos cebolletas. Honor y loa; vivas y bravos a los asadores/as de las castañas callejeras y perdurables, que en democracia flirtea y liga con el helado invierno. Cumple cada año con ser heraldo del ese general invierno, aunque últimamente sus estrellas no hayan superado los galones de un cabo chusquero siempre presenten en un Valle. Vivas y bravo a esos castañeros/as que no amordazan sus testimonios e hicieron acopio en tiempos pasados acariciando barrotes para que en la desparecida Dirección General de Seguridad de Oviedo- muy dados a tan suculento manjar- emplearan el símil no precisamente para nutrirnos sino para “calentarnos” (*)

Juan Marcelo

(*) “Extraño ejemplar –proclama de mi amigo A. Zapico referente a mi - de conservarlo y encima…, aguantarlo....quizás por eso, soy su amigo…”



Mi Amigo el Perro. Para los que de verdad aman a nuestras mascotas


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