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Recuerdo, henchido de orgullo y satisfacción, cuando entraba en un Banco a efectuar un pago y me trataban como imponente, una secuencia que llegaba a ruborizarme y ponerme muy “pavo” Asà mismo, el estar vacunado las dos veces - por efecto o desperfecto vacunil – no dejo de ver pelÃculas porno.
Hoy en dÃa, me da mal rollo el personarme en una oficina y que me digan que todas las transacciones puedo hacerlas desde casa. Yo, nulidad en un Ordenador que solo me permito el escribir, un poco de Facebook y algo de Youtube ya que no me puedo enfrascar en aplicaciones que está muy lejos de mis lÃmites del conocimiento. En cierta sucursal bancaria, cuando por fin aprendà que el “vuelva usted mañana” se habÃa convertido en “hágaselo usted mismo”, me convencieron de que me bajara una aplicación que realizaba un montón de transacciones bancarias con instantánea rapidez y sin cobrar comisiones. El “Lo sentimos, pero tiene que realizar la operación desde el cajero de la calle”. “¿Voy a tener que enfrentarme a unos monstruosos chips que juntos forman un trasto del diablo que es más perverso que Miguel Grau? Entonces, vosotros, ¿para qué están?”
Por lo visto, ya está establecido el protocolo por el que en las sucursales sólo se atienda con cita previa y nunca en transacciones que cada cual pueda hacer, cómodamente, desde su casa. ¿Y si se me corta la wifi a mitad de la operación? ¿Y si me equivoco con el número de cuenta o cualquier otro número? ¿Y si me sale Rossy de Palma? ¿Quién se responsabiliza? El banco no. Llevan muchos años echando balones fuera y eludiendo responsabilidades. “Es el futuro, Marcelo. No es tan difÃcil, sólo es acostumbrarse”. “Despójese de ese color amarillento de su cara”
Ya me vi generando electricidad en la cocina de casa con una bici con dinamo al mismo tiempo que plantaba hierba buena en una maceta y arreglaba una fuga en la cisterna del wáter: “Hágaselo usted mismo”
Nuestro futuro, que está escrito ya en los renglones de los billetes que se ahorran, es que los gestores de los bancos, compañÃas de electricidad, gas, teléfono y cuantas compañÃas en el mundo sean, junto con los administradores del Estado y cuantas instituciones han creado, crean y crearán nuestros gobernantes, dispongan de nuestro tiempo como si fuera suyo. Trabajamos para todos estos jefes sin que nos hayan pedido permiso sobre si estamos dispuestos a entregarles más tiempo de nuestras vidas gratis. Es una jugada redonda: se ahorran un pastón en sueldos, oficinas… y se quitan responsabilidades sobre errores, caÃdas de redes, cruces de chips y demás lindezas con las que nos honra la informática. Y siempre hallan apóstoles que nos plantan un “no cuesta nada” o un “es muy cómodo hacerlo desde casa…”, o “qué más te da, tampoco es tanto tiempo” …
A las pitonisas y augures que en el mundo son, el futuro está por escribir, y como consumidor considero que será redactado e impreso por aquellas compañÃas que abran oficinas para solucionar los problemas y no que despidan a empleados y cierren sucursales cuando reparten dividendos cada año más cuantioso y que solo han devuelto un 36% de la ayuda robada al pueblo en el 2.009.
Juan Marcelo
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