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“Es que parece fácil, ¿eh?, pero no lo es”. La frase, pronunciada por el guitarrista Diego del Morao tras unas impresionantes suertes por seguiriyas interpretadas por Israel Fernández, resume a la perfección la sensación abrumadora que sintió el público que anoche agotó las entradas del Teatro Apolo para ver el recital de dos de las jóvenes estrellas del flamenco. Una cita enmarcada dentro de la flamante programación del ‘Invierno Cultural’ puesta en marcha por el Área de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Almería, en este caso de la mano de Crash Music.
Es fácil abrazarse a la complacencia y dejar de tener los pies en el suelo cuando con poco más de treinta años te han nominado a mejor disco flamenco en los Latin Grammy, te incluyen en la lista de valores emergentes en revistas norteamericanas, artistas de renombre como Miguel Poveda, C Tangana o Pablo Alborán te citan como cantaor a tener en cuenta o graban un cortometraje biográfico como el documental ‘Canto porque tengo que vivir’…
Pero Israel Fernández demostró anoche que nada de eso impide que se entregue en cuerpo y alma a la hora de subirse a un escenario. Con todos los pecados de juventud todavía por pulir, pero con madera para que el paso del tiempo curta y temple en sabiduría.
Ayuda, claro está, si estás escoltado por un guitarrista como Diego del Morao, que sonó ayer con una elegancia, dominio y pulcritud abrumadora. Uno y otro se repartieron ovaciones y aplausos al rematar una estrofa o al desarrollar una nueva falseta a las seis cuerdas, lo que dice mucho del estado de gracia conjunto que potencian ambos artistas.
Arrancó la velada por granaínas, con aquel ‘Pierde la rosa su semblante’ del Niño de la Rosa Fina. Una entrada para dar la bienvenida y asegurar que “os voy a cantar con toda la humildad, cariño y respeto, con todo mi corazón para ustedes”, antes de sumergirse en una soleá con rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, sacado de ese disco o tratado al amor que firmaron guitarrista y cantaor el pasado 2020.
Cada vez más seguro y con las cuerdas vocales entrando en la plenitud, Israel Fernández desplegó las alas en plena confianza en la tanda de tientos y tangos, empezando con ‘La Amada’, de su álbum, con algunos con un segundo verso alargado al extremo con melismas imposibles en afinación y duración, que agradecieron con aplausos desde el patio de butacas.
Para la segunda parte afrontaría una tanda de cantes de levante, empezando por la letra de Francisco Villaespesa que cantaba Antonio Mairena, “El día que yo embarqué en el puerto de Almería”, sobre lo que apuntaría que “este cante lo hago siempre, que no es que lo haga hoy por estar aquí, no soy tan pretencioso”, bromeó. Una impecable guitarra fue mutando entre las tandas para cerrar con una cartagenera.
El cénit de la noche llegaría con las seguiriyas, donde Israel pareció viajar en el tiempo para cantar a la vieja usanza, retorciéndose y agarrándose a la silla con una jondura eléctrica que convenció a todo público presente. De nuevo unas bulerías románticas, por momentos romanceadas, acercaron al final que llegaría con una larga tanda de fandangos naturales, con guiño a Toronjo como durante la velada los hubo para el citado Mairena o La Niña de los Peines.
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