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Conferencia Rafael Escuredo
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“Tengo un buen recuerdo de aquella época aunque eran tiempos difíciles. ETA mataba mucho, había una fuerte crisis económica y mucho paro; además del asalto al Estado que querían hacer las nacionalidades históricas. Pero les doblamos el brazo, Andalucía ganó la partida”. Con estas palabras y alguna que otra anécdota de sus años como presidente de la Junta de Andalucía comenzó Rafael Escuredo la conferencia ‘La Democracia y la conquista de la Autonomía’ que tuvo lugar en la Delegación del Gobierno en Almería.
La delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía en Almería, Sonia Ferrer Tesoro, y la directora del Centro de Estudios Andaluces, Mercedes de Pablos, presentaron esta actividad enmarcada en el ciclo de conferencias del Foro Permanente sobre el Estado Autonómico. El Foro es una iniciativa del Centro de Estudios Andaluces pensado para ser un espacio de análisis y reflexión multidisciplinar sobre la modernización del Estado Autonómico para aportar nuevas ideas al debate en torno al presente y al futuro de la configuración territorial española.
El ex presidente autonómico, abogado y escritor ofreció su visión de los problemas actuales sobre la configuración territorial del Estado desde su propia experiencia en los primeros años de la conquista de la Autonomía andaluza. “España nunca ha sido una tierra ausente de conflictos territoriales” señaló e hizo una breve referencia histórica a la cuestión territorial. “El Franquismo hizo suyo el emblema de unidad de la España de los Reyes Católicos. Con los Austrias hubo pocos conflictos porque reconocieron a los distintos territorios pero con los Borbones volvieron a resurgir”. Para Escuredo, “la II República fue el intento más serio de buscar una solución aunque hubiera tres nacionalidades -Cataluña, Galicia y País Vasco- y el resto fuera ‘derecho común’. En 1978 se hizo lo mismo que el Constituyente de 1931 pero esa solución ha durado treinta años, el debate de hoy es el mismo que el de entonces, aunque ya es tiempo de abrir un nuevo debate”.
En este sentido, el ex presidente andaluz apostó por hacer “un discurso político que entienda la gente, un discurso político que se base en el Republicanismo cívico, como fue el lema de la Revolución Francesa, que entendieron todos, los intelectuales y el pueblo: igualdad, libertad y fraternidad”.
En su opinión, “el Constituyente en 1978 se equivocó al pensar que habría conformismo en que hubiera tres comunidades autónomas por encima de las demás. El principio de igualdad era irrenunciable para la mayoría de la ciudadanía”, señaló. En el caso andaluz, el mensaje era claro: “No queremos ser más que nadie pero tampoco menos. Podemos tener una cultura distinta o elementos diferenciadores pero se impuso este principio de igualdad que es un concepto del republicanismo cívico”, argumentó.
En lo que se refiere al aspecto social de las reivindicaciones, Rafael Escuredo citó a Habermas: “No es posible ser libres si no somos iguales”, un principio y un derecho que Andalucía defendió de la mano del principio de fraternidad o de solidaridad. “Andalucía partía de una situación de desigualdad y de marginación, con una sociedad atrasada, obligada a dedicarse al campesinado mientras que la industria y los servicios estaban en otras comunidades. Los andaluces y andaluzas, de toda clase y condición, salieron a la calle el 4 de diciembre de 1977 a defender que aquello no era justo”, apostilló.
Sobre la situación actual, Rafael Escuredo defendió la necesidad de “abrir otro proceso Constituyente en el que debe haber sobre todo voluntad política para debatir” y se mostró optimista por resolver los problemas actuales ya que, en su opinión, “nunca cerraremos el debate territorial en España porque es un estado plurinacional y complejo”. Para ello, apostó porque “el Jefe del Estado realice un papel moderador e integrador como el que tuvo el 23F, llame a los partidos para dialogar y se modifique la Constitución en términos de hacer viable la convivencia en los distintos territorios”. Para Escuredo, el principio que hay que salvar es que “cualquier español debe tener los mismos derechos en cualquier lugar de España” y señaló que “es necesario constitucionalizar el Estado autonómico que tiene más de federal que de otra cosa”.
Para ello, defendió la reforma y restructura de un Senado que represente a los territorios, una Justicia regionalizada y una fiscalidad basada en el principio de ordinariedad además del reconocimiento de la cultura y de la identidad lingüística. “He dejado de ser pesimista y creo en una España Constitucional abierta, descentralizada en la que todos tengamos las mismas oportunidades, unos mínimos garantizados para ser cada vez mejores”.
Debate identitario
El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Jaén e investigador del Centro de Estudios Andaluces, Salvador Cruz Artacho, fue el encargado de presentar a Rafael Escuredo con el que coincidió en muchos aspectos de su intervención. “Andalucía dentro del Estado unitario ha sufrido una posición desigual que se contrapone al desarrollo que ha experimentado desde que tiene Autonomía. Sólo con más democracia se arreglan los problemas sobre la cuestión territorial”, aseguró.
Para Salvador Cruz, “Andalucía hoy es muy distinta a la de 1977, la ciudadanía no se siente identificada con las instituciones y es necesario construir un discurso andalucista de corte cívico y popular, apoyado en el federalismo político, un discurso identitario alejado de los tópicos. Andalucía hoy no es un país subdesarrollado ni un territorio rural sino fundamentalmente urbano”.
Entre las propuestas del catedrático de Historia Contemporánea se encuentran la construcción de un nuevo discurso al tiempo que una relectura de lo acontecido en el proceso autonómico que sirvió para que Andalucía acabara con la desigualdad social y el atraso económico. “La identidad cultural se puede construir desde el mestizaje y la pluralidad. Andalucía constituye un laboratorio excelente y tenemos que volver a situarnos en el centro del debate territorial como hicimos en los años 70. Este proceso nos debe llevar a un modelo más democrático y más equitativo”, defendió a modo de conclusión.
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