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¡Que no! Que no suelto la pasta hasta que me garanticen que ese dinero se queda en suelo patrio. Que no quiero que mi dinero cambie de color cuando observa que el paisaje no tiene nada que ver del sitio o lugar donde ha sido imprimido. No estoy dispuesta a pagar una deuda y que el resultante de la operación sea contabilizado por manos oliendo a queso suizo o coco isleño. No me importa que me tachen de poco patriota. Me importan tres leches con este Gobierno. Que practicare el acerbo exaltado pero a mi manera. Mi estrategia de no pagar, también la puedo enaltecer exponiendo lealtad patria para que mi dinero no atraviese fronteras. Sin embargo:
Una ardua y trabajosa terapia que no preciso la prueba del Carbono 14, acabo con la crisis. El Doctor en Psicología de origen italiano, Peppino Cipollini, autor del libro “Paga-Paga” hizo de mi caso una cuestión de amor propio y consiguió tras arduas y espinosas sesiones alejar de mí esa fervososa costumbre.
Antes de la citada terapia, mi lucha era la anteriormente señalada, pero la simple aparición de Montoro y sus huestes, obraron el milagro de persuadirme que también era patriótico pagar para que otros se lo llevaran.
Esa observación y la citada terapia, me convencieron, pero mi último caso de “morosa patriótica” quedo en mi memoria. Aun lo recuerdo:
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- ¡Ahhhh...!
- ¿Sorpresa?
- Si.
- ¿Por que?
- Por que me encuentra usted vestida y una mujer vestida, no necesita para nada un sastre.
- Cierto, pero hace años, usted estaba desnuda.
- Magistral deducción: Todos al nacer, venimos al mundo desnudo. ¿Conoce a alguien que haya venido a este mundo vestido como Inocencio Arias, pajarita incluida?
- No, pero la conozco a usted y la cuenta es larga.
- Es usted sastre y tiene las tijeras en la mano. ¡Córtela por donde crea conveniente ¡
- ¡La cuestión esta reducida a que usted afloje el bolsillo...!
- ¿Yo? Yo no tengo más bolsillo del que usted me hace y cose. ¿Le parece que alguno de ellos esta flojo? A usted le compete asegurarlo.
- En principio….
- Al principio: fue nuestros primeros padres, que una parra les ofreció unas hojas para tapar sus partes nobles, ¿Que quiere usted? ¿Ser menos que una parra? Declárese alcornoque y vayamos a otra cuestión.
- ¡Lo que yo intento es que usted abone mi cuenta!
- ¡Dios de la Factoría Volvo! ¡No me queda más que oír! ¡A su electrónica encomiendo mi alma! ¡¡¡Abonar su cuenta cuando es usted el que la trae…!!!
-. Bueno… ¡Si! ¡Yo la traigo para que usted me la pague…!
- ¡Aquí tiene usted la decadencia de nuestro tiempo! Vestir al desnudo siempre fue una obra de caridad. Ahora bien: ¿Qué quiere usted? ¿Poner precio a la virtud? ¿A titulo de que? ¿A titulo de sastre? ¿Quién le da a usted el derecho a especular con la decencia publica? ¿Qué pasaje de la Biblia de Hechos Consumados y no Resarcidos no ha tenido en cuenta? ¿Cómo es posible que sus ansias de lucro personal no antepongan sentimientos menos mercantiles? Dicho lo dicho: ¿Qué es lo que usted pretende?
- Lo que yo pretendo es que usted se haga cargo…
- Señor mío: si yo he de hacerme cargo, ¿Por que se molesta en traérmelo a casa y encima en persona? Un aviso: Un recado. Un E-mail, hubiera sido suficiente…
- Esta bien, vayamos a un acuerdo….
.- ¡¡¡Jamás!!! Yo no tengo que ir con usted a ninguna parte y menos a casa de Don Acuerdo, personaje que no goza de mi particular entusiasmo y predilección. Siempre que lo visito, me toca pagar y encima, no se si lo declara.
- Esta negativa puede tener consecuencias inesperadas en lo que atañe a usted.
- Las única consecuencias que podían derivarse de su nefasto proceder seria la que usted perdiera u olvidara el dedal y el hilo. Las tijeras y el metro. Por lo tanto lo que me atañe a mí, siempre seria más leve y llevadero.
- No hay quien pueda con usted; su postura es inconfesable.
- Mi postura en la vida es la que usted necesita. Comprensión y altura de miras en su justa medida. Condescendencia hacia los demás. Perdonar deudas materiales y socorrer, - en su caso - vestir al necesitado. Ese halo de exigencia y apremio con la que usted se rodea, hace que su felicidad brille por su ausencia y hace que persona de intachable proceder, comprensiva, razonable, modélica y justa como yo, se vea obligada a cerrarse en banda dejando pocos huecos.
- Muchos huecos va usted a necesitar parea cobijarse en la demanda que pienso anteponer por el tardío impago al que usted me somete. Se de su patriotismo, A mi no me engaña. Mi paciencia ha caducado y la espera al abono de la factura no voy a permitir que sea a la larga testimonial como usted se propone. Mi cuenta…
- ¿Su cuenta?
-¡¡¡La que usted tiene conmigo!!!
- ¡¡¡Modere su entusiasmo ¡!! Señor mío: yo no tengo ninguna cuenta con usted. Esta usted abonando un terreno arduo y escabroso. Le significo que no estoy dispuesta a consentir ni tolerar ninguna proposición deshonesta e impúdica que termine desgarrando mi recto…
.- ¿Su recto…?
-…mi recto proceder en cuanto a mis sentimientos más íntimos y afectivos. No voy a permitir ninguna insinuación que me provoque una situación molesta en lo concerniente a mis preferencias como mujer de buen ver y que hace del decoro, honestidad y rectitud y sin casta dominante, un estandarte. No voy a tolerar se imagine que soy una hembra fácil y receptiva. En ese caso, tomare mis medidas.
- ¡La puedo asegurar que esas medidas la tomare yo! ¡La pondré a prueba...!
- Me refiero a que al tomar esas medidas esta el secreto de un buen traje y el prestigio del sastre que lo confecciona Observo complacida que tenga a bien mis razonamientos. Asimismo, le veo con muy buena predisposición y eso me permite ser más sincera y franca si cabe, para confesarle que necesito un par de vestidos más de entretiempo. Dos abrigos otoñales. Tres faldas plisadas y una colección de bragas de última generación con dibujitos tentadores o sugerentes. Mas tarde, pensare y decidiré sobre los complementos que usted tiene a bien exponer en sus vitrinas. Seria un detalle de buen gusto que usted, antes de marcharse, me dejara su catalogo de nuevas tendencias. ¡Que duda cabe que es la única manera en que me someta a la prueba y trate de convencerme que con el tiempo, mi dinero no huela a queso suizo!
El hombre, se marcho cabizbajo pensando, sin duda, si valía la pena emplear su tiempo en volver a visitarme. Es muy posible que hoy en día, investido cual anacoreta, me tenga presente en sus oraciones. Así uno tras otro.
Reconozco que hoy en día, mi “técnica” ha quedado obsoleta. Que el jaleado patriotismo es una premisa para aparecer ante el juez. Que nuevas y preclaras mentes que hacen de la morosidad su rito cotidiano, surgen en nuestros días con acontecimientos y creativas habilidades orales pero muy alejada de la conciencia nacional. Pienso que quizás si esa pericia hubiera seguido depurándola, aparte de mi nombramiento con blasón incluido de “Doctora Honoris Causa de la Morosidad”es muy posible que hasta convenciera a la RAE de cambiar la definición por el Hombre del Frac que no es el que cobra sino el que se lo lleva.
Gemma Marcelo / Juan Marcelo
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