EN EL FONDO SOMOS UN PAÍS DIVIDIDO

Un país dividido. De ahí ese afán de unidad, de cohesión que exige el pensamiento conservador y los políticos de la derecha españolista; ese anhelo permanente de la unidad-de-España como principio supremo que de manera cenital está inscrito en los cuarteles y en las cornucopias que engalanan las estancias del Estado monárquico. Las carencias mueven deseos que se disipan y se malgastan en el debate general de la naturaleza del Estado: la división provoca una reacción voluntarista que se traduce luego en autoritarismo e imposición -> se mueve Mas, reacciona Rajoy y amenaza desde el poder del Estado, porque la unidad es incuestionable, incluso como ejercicio de irracionalidad, sobre todo para los que no logran entenderla.

La noción de unidad es difícil de entender porque está basada en un concepto de España como entelequia, como ente de razón, porque ‘unidad’ no es nombre material, como puede ser, por ejemplo, ‘perfil’, ‘duro’ o ‘ligero’. Mientras que no admitamos que somos un país dividido-divisible, de contrastes, variado, y admitamos la unidad como algo susceptible de plasmar en una estética política, estaremos, como suele decirse, dándonos repetidamente golpetazos contra la pared.

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