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Mi amiga portuguesa, Amalia da Pena Verhla, me incita a escribir sobre la posibilidad de ser Ministro de Contenedores, Basuras y Desechos humanos en un supuesto régimen gubernativo de mi preferencia. Espero un frecuente estado febril/bipolar y una vez conseguido, accedo a su petición:
Hubo un tiempo en nuestro País, que el pico y la pala, constituía una noble profesión hoy en día desterrada por las tijeras que tienen la propiedad de recortar hasta ilusiones populares.
Ignoro que se siente al llegar a ser Ministro, y mucho menos, en funciones por carencia de Gobierno, (significativo dato que si ahora están en “funciones” es que antes, no funcionaban) pero dado el comportamiento mostrado por algunos de ellos de amplía sonrisas, me imagino que entran, como portadores de “carteras” en otra dimensión insólita con tendencia acusada al perder el Norte y algunos hasta la brújula. Da la impresión que se les coloca delante de los ojos, una nube de soberbia y ya no ven mas allá que su infalibilidad incuestionable. ¡Vamos! Como si estuvieran tocados por un espíritu especialmente diseñados para los titulares de las diferentes carteras que con sólo atender a protestas desatadas, ya se entiende la metamorfosis de Kafka que redunda entre una mariposa y la de un País descreído.
A mí, me gustaría ser ministro por una hora y doce minutos – calculado por mi regadera – para estar todo ese tiempo pronunciando barbaridades/disparates sin que nadie se atreva a rectificarme. Batir un record para la historia en burradas en nuestro gremio elitista. Creo que contribuiría a recomponer un cargo “digital” que se nos está yendo de las manos y hasta de la cabeza. Soy consciente que en el pecado, lleve la penitencia, pero jurado ese cargo, me va a resultar inevitable transformarme en un prepotente/imprudente y adquirir la ciencia inducida por el simple hecho de formar parte del Consejo de Ministros que se despacha/reúne los viernes y no hay datos de que alguno saliera con el culo quemado.
Una buena prueba de fuego para un ministro, (donde yo tendría la impronta de señalar posibles culpables) sería sin duda en una etapa de crisis. Creo que ninguno se salvaría de su consecuencia y se hace obligado gestionar con menos recursos. Curiosamente, esa misma crisis, demuestra al lado oscuro de la ambición de ser ministro donde yo quedaría exento ya que lo mío es de una hora y pico y después, me importa un huevo que el barco naufrague.
Sin embargo, mi ambición de ser ministro y no recurrir al pico y la pala, me tiene harto dudoso: Es una especie de sobresalto/alarma interior (muy semejante a cuando pregunte en Londres, con mi dificultoso inglés, a un individuo de raza negra el Mercado Central y vi con estupor cómo sus gruesos labios me dedicaba la mejor de su sonrisa mientras mostraba sus atributos. Una vez, a solas, me preguntaba con rabia: ¿Qué habré dicho yo…? ) Esa duda de que me tocara ser Ministro de Economía o Empleo con un crecimiento insuficiente y las lista del paro disparada, yo no me arriesgaría a ocupar ese puesto sin tener soluciones para ninguno de ambos problemas. Pienso que nadie que fuera honrado y mucho menos conociendo su incapacidad, por lo tanto, dejo ser ministro para más adelante pero me permito cierta reflexión:
Necesitamos ministros que no tengan boca ancha y hagan mucho. Que expliquen y pongan a buen entendimiento sus acciones. No caer en la incontinencia verbal ni mucho menos en la chulería macarra. Para chulos, ya estamos nosotros, el pueblo que os paga hasta la botella de agua cuando le pegáis el sorbo porque no hay forma de trasegar la mentira. Vosotros, ministros, a vuestras labores: A ganaros ese dinero que sale del alma del contribuyente ya que del bolsillo, es imposible. Mucho cuidado en soltar palabrerías huecas, hirientes, necias porque aunque nos toque pagar, ni somos tontos ni todavía nos adornamos con cipreses. Sobre todo, esas ideas peregrinas con que nos etiquetáis, le ponéis algún que otro maletín y lo mandáis al limbo de las estúpidas ocurrencias, en que la mayoría, son salidas de tono y hasta provocativas. Alejaros de la vis cómica que algunos ofrecen en falaz sintonía costumbrista y a asesores del Presidente del Gobierno, convencerlos de que Van Gogh, no es la capital de Tailandia. Intentar arreglar esto: Hay pico y pala donde meter mano para mejorar la situación.
Si cambio de opinión y quiero ser ministro, os lo comunicare. Mientras, por si acaso, iré practicando el arte de la oratoria/demagogia fantasmal.
Juan Marcelo
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