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Actualmente vemos con total normalidad, en cualquier proceso judicial, la figura de una persona, a la que se le reconoce profesionalmente con el nombre de abogado o señor letrado. Pero la historia nos demuestra fehacientemente, que esta institución de la defensa, no siempre ha ocurrido así, sino que de hecho ha sufrido una constante trasformación a largo del tiempo.
En el Antiguo Egipto, el Faraón era la propia justicia.
Entre las distintas situaciones que se han ido desarrollando con el paso del tiempo, podemos trasladarnos a la época del Antiguo Egipto, donde el sistema judicial de esta ancestral cultura estaba exento de la figura del abogado, en la defensa de los ciudadanos.
En el transcurso del proceso, las partes implicadas explicaban al tribunal sus impresiones o descripciones de los hechos por escrito, quién una vez estudiadas detenidamente y deliberadas procedían a dictar sentencia. Este hecho, era debido a que los egipcios seguían unas directrices encontradas en antiguos papiros, donde se describía que la figura de un mediador para representar la defensa de una de las partes, podría influenciar sobre los pareceres de los jueces, y de este modo, éstos, podrían perder objetividad sobre el caso. Como último recurso podían hacer llegar al Faraón sus puntos de vista o descripciones de los hechos, ya que el Faraón era la propia justicia, por encima de todo y de todos.
En Babilonia la última palabra era la del Rey o Emperador
Existen otros muchos casos en la historia como la administración de justicia que se empleaba en Babilonia, en sus dos periodos: el sumerio y el acadio, donde se empleaban tribunales de justicia, pero como en el caso anterior de Egipto, también estaban exentos de la figura del mediador, que siglos más tarde fue bautizado con el nombre de Advocatus, por los eruditos del pueblo romano. Dependiendo de la época histórica en que se produjera, los babilonios, trataban directamente con los jueces y en caso de necesidad recurrían al rey o al emperador, en función de dicha época. El rey o el emperador, como ocurría con la figura del faraón, era la propia justicia, por lo que eran ellos los que podían dictar la sentencia definitiva, ya que suya era la última palabra.
La Ley romana permitía al reo defenderse judicialmente
El pueblo hebreo, también disponía de un sistema judicial parecido a los anteriores. Cabe destacar el famoso juicio ante Salomón donde no se narra la presencia de ningún mediador o abogado defensor, o en el caso del propio Jesús que tampoco lo hubo, debido a que fue juzgado según las leyes del pueblo judío. En caso de haber sido juzgado basándose en la ley romana, hubiera tenido derecho a ser defendido por un abogado.
El pueblo chino conocía las leyes escritas y normas judiciales.
También en Oriente, concretamente en China e India, existían sistemas judiciales exentos de cualquier tipo de abogado, pero sí aparecía la figura de mediadores que actuaban como fiscales. Según datos existentes sobre esta cultura, narran el hecho de que el pueblo chino era un gran conocedor de las leyes escritas y de las normas judiciales, lo que les otorgaba el conocimiento suficiente como para plantearse su autodefensa. Asimismo, la máxima autoridad china, hacía públicas por escrito, las decisiones de los tribunales de cada caso concreto, lo que proporcionaba al pueblo, una amplia información sobre ese caso determinado. En la India, en ninguno de sus periodos, el budista y el brahmánico, tampoco existió la figura del abogado defensor.
Abogado, del latín “Advocatus”
La figura plena del abogado defensor, apareció por primera vez en Roma, donde de una manera sistemática y organizada socialmente, se creó la profesión de abogado, derivada de su palabra original Advocatus, cuyo significado era “llamado”, ya que entre el pueblo romano se conocía con este nombre a los sabedores de las leyes para socorro y ayuda. En Grecia también eran conocidos con el nombre de “oradores” o “voceris”, ya que era normal en su profesión estas dos características; voces y palabras.
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