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Cultura - Vera - 22/07/2018

El desierto reverdecerá: Vera y su Tierra entre el Imperio Romano y el Califato de Córdoba

El alcalde de Vera, Félix Mariano López Caparrós, y la concejala de Cultura, Isabel de Haro Ramos, obsequiaron a Montserrat Menasanch con una jarra de cinco picos, característica pieza alfarera de Vera, y a continuación se abrió un enriquecedor debate entre todos los asistentes

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El desierto reverdecerá: Vera y su Tierra entre el Imperio Romano y el Califato de Córdoba


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El programa de "Vera 2018. Año de la Cultura" organizado por la Comisión del V Centenario del Terremoto de Vera y el Ayuntamiento veratense se ha visto acentuado, en colaboración con la Asociación Amigos del Argar, con la conferencia “El desierto reverdecerá: Vera y su Tierra entre el Imperio Romano y el Califato de Córdoba”, impartida por la arqueóloga Montserrat Menasanch en el Convento de la Victoria de Vera este pasado viernes.

Domingo Ortiz, director del Museo Municipal Histórico de Vera, presentó a la profesora asociada de la Universidad de Barcelona, que junto con Vicente Lull, Rafael Micó, Cristina Rihuete y Roberto Risch, forma parte de uno de los grupos de investigación arqueológica más prestigiosos de Europa, habiendo publicado sobre la «Cuenca de Vera» numerosos artículos, así como las centradas en la minería y la metalurgia andalusí en la Depresión de Vera, los poblados de altura de los siglos V a VII o la evolución de los territorios económicos y sociales de ese mismo ámbito.

Por su parte, Julian Pérez Flores, arquitecto e ingeniero descendiente de Pedro Flores, ayudante de campo de Luis Siret; presidente de la Asociación de Amigos del Argar, ligada al Museo Arqueológico de Antas, que tiene como objetivos investigar y defender el Patrimonio de la Cultura del Argar y el Patrimonio Histórico-Artístico de la Comarca del Almanzora, informó a los asistentes de la situación actual de la arqueología en el sureste peninsular y animó a la Administración Autonómica y Central a que se implicaran más en recuperar el ritmo investigador que pareció quedar paralizado hace quince años, sin descartar otro tipo de patrocinadores. Siguió su discurso afirmando que la Historia de las sociedades es la Historia del entorno, recordando las fechas de la actividad del inevitable arqueólogo Luis Siret (1890-1914), concluyendo, con la cita de una frase de Schubart, “que ni las costas ni las fronteras son impermeables para los hombres, sino más bien el tejido que hace a las culturas relacionarse entre sí para enriquecerse mutuamente”.

Montserrat Menasanch inició su disertación centrando geográficamente su objeto de estudio con el apoyo de numerosa, propia y muy elaborada cartografía de la Comarca del Almanzora y del sureste peninsular. Y, efectivamente, buena parte de su discurso lo basó en el análisis de ese entorno y en los medios para sobrevivir que el mismo ofrece al hombre, para construir sus hipótesis, en la que la cuestión fundamental gira en torno a la Historia de las cuencas fluviales en esos 700 años de esta Historia de Vera hasta la llegada de los castellanos.

La Cuenca tectónica limitada entre las Sierras de Almagrera, Almagro y de Cabrera y las áreas de marismas es el espacio en el que se van a desarrollar las actividades de los pueblos prerromanos, los visigodos, los bizantinos y Al-Ándalus hasta su período califal. Y fue aquí donde confirmó al público que iba a basar su charla en un enfoque arqueo-geológico, en el que el entorno guía al hombre de ese medio, pero no lo determina en sus obras. Así, la clave en toda su argumentación estuvo en la sostenibilidad de ese medio en el que vive, que dependerá de las condiciones naturales y las decisiones políticas tomadas en cada momento histórico.

El clima es otro de los factores que influyen en la organización del territorio, afirmó Menasanch. En nuestro caso ha sido un medio con un clima caracterizado por una sequedad extrema y una gran evaporación. Una gran erosión producida por la escasa cubierta vegetal, que irá variando durante las diferentes etapas y que da como resultado que el poblamiento desde tiempos remotos fuera escaso.

Comenzando en la etapa del Bajo Imperio Romano (siglos III-IV), de haber vivido en ese ambiente habríamos visto un bosque mediterráneo que aún sobrevivía en las Sierras circundantes. Sin embargo, las márgenes de las ramblas estaban desecadas y deforestadas; una vegetación propia de la maquia.

El poblamiento que encontramos es el típico de la Antigüedad, situado en las desembocaduras y márgenes de los ríos, como fue el caso de Baria, la República de Baria (actual Villaricos), el centro económico y administrativo de la Comarca, donde las factorías de salazón, el ambiente comercial y de funcionariado y la existencia de edificios públicos y privados construidos con ricos materiales como el estuco o los mosaicos nos explican por qué había un excedente en la producción que era exportada a otros puntos del Mediterráneo.

En cuanto a la manera de explotar el medio, la arqueóloga nos mostró que el modelo típico era el de la villa romana, basado en el latifundio y en el bienestar de unas pocas familias, centrado en un cultivo extensivo de cereal poco intensivo como era la cebada, menos nutritiva que el trigo, pero menos exigente en cuanto a riego. Es el ejemplo de la villa del Rocipón, de Vera. Las legumbres, la higuera, la vid, el prunus dulcis (almendro), el melocotón y el olivo completaban la alimentación de estas gentes.

El resultado de este sistema agrario era la existencia de una gran superficie de barbecho, dada la gran extensión que requiere la cebada, con lo que el territorio cultivado se amplía hasta sus límites políticos y físicos; se cultivaba toda la superficie. Era un sistema eficaz, pero con un gran impacto en el medio ambiente, lo que unido a la pobreza del suelo y a la caída del Imperio Romano, acabó en un colapso económico en los siglos IV y V. Como consecuencia, el territorio se despobló en un 75% y las villas redujeron su extensión.

Durante el período tardoantiguo se observa un movimiento de la población hacia las Sierras y los márgenes de los ríos, aprovechando esa agua tan escasa. Baria perdió casi toda su población y, además, se desplazó hacia el Cerro de Montroy, más al interior, hacia el siglo V. A pesar de que en ese núcleo urbano ya no se observan materiales de construcción lujosos de otros lugares, sino de la misma zona (ya no hay mosaicos ni estucos), la ciudad sigue siendo el centro administrativo y económico de la Tierra de Vera.

En el siglo VI, con la llegada de los bizantinos, se constata la construcción de una muralla y se documenta un aumento de la población. Más tarde, los visigodos le añaden una torre vigía. Y, aunque ese centro metamorfoseado sigue siendo la capital del territorio, comienza a despuntar otro no muy lejos, en el Cabezo de María (Antas), con casas sencillas y almacenes excavados en la roca, utilización de vajilla de estilo norte africano, andaluz occidental e incluso del Mediterráneo oriental, despertando en los arqueólogos dudas y un misterio sin resolver: ¿de dónde salía el excedente productivo (como así queda verificado) de este lugar apartado, lejos de las vías de comunicación y basada en el cultivo de secano?

Se ha demostrado que esa población dispersa situada en las Sierras y en los márgenes de las ramblas hizo aumentar la producción de sus cultivos y la calidad de su agricultura, pues vemos que, por primera vez en muchos siglos, domina el trigo frente a la cebada, más nutritivo, pero con más demanda de riego. Esa mayor intensificación hizo que no fuera necesario extender los cultivos y, con ello, se consiguió un menor impacto ambiental.

Con el fin de Roma y la Revolución Tardoantigua se advierte un cambio en la propiedad. El Imperio cae y desaparece Baria y vemos la continua desaparición de las pocas villas que habían sobrevivido a la crisis del Imperio; durante los siglos VII y VIII la sequía, las gotas frías y las plagas (sobre todo de langosta) arrasan con el sistema económico de las villas, demasiado cerca de los ríos intermitentes que todos conocemos. El resultado: los yacimientos desaparecen en un 80%, sobreviviendo solo dos centros de interés: la población residual que pasa a instalarse en el Cerro del Espíritu Santo (en Bayra, en el siglo IX) y en el Pago de san Antón. Ya se trata de poblamiento andalusí.

Como curiosidad, se comentó que en la descripción de esa famosa mezquita de Bayra de las fuentes árabes, numerosos estudiosos de Vera se preguntan cómo habría sido, con aquellos “columnas vetadas de color blanco y negro”. Montserrat incluyó una fotografía de los arcos y columnas de la mezquita de Almonaster La Real, de Huelva, asegurando que llegó a ser algo muy parecido.

Una sorpresa que se encontraron los arqueólogos del Instituto Arqueológico Alemán en el yacimiento de El Argar de Antas fue que la actividad económica fundamental durante el siglo IX fue la fundición metalúrgica. También fue un poblado andalusí que utilizaba la proximidad a las minas de este mineral para fundir el preciado metal.

En el mundo agrario, como novedad, aparecen especies nuevas y mejor adaptadas al medio y al régimen hídrico, como el mijo, el panicum miliaceum, el granado, el lino…, dando como resultado un cultivo más sostenible en el tiempo. Esa sostenibilidad en el período califal (s. X) hizo que, por primera vez desde el siglo IV llegara población de otros lugares, continuando siendo Bayra el centro administrativo de la Cuenca. Mas, otros dos centros aparecen en este escenario: el Hisn de Inox, con su característica fortificación, pequeña alcazaba, su tesorillo y el misterio de no saber si la construcción de su muralla fue obra estatal califal o de grupos disidentes, y la alquería de Gatas, en Sierra
de Cabrera, lugares en los que todavía no se había dado una gran deforestación, siendo una buena zona para instalarse a condición de que se supiera cultivar en terrazas.

La arqueóloga finalizó con su agradecimiento a los numerosos grupos de arqueólogos que habían tratado todos esos temas su esfuerzo, pues solo con la visión de conjunto de esos estudios será posible en el futuro responder a las múltiples preguntas que se desprenden del estudio de la Tierra de Vera por su inadecuada interconexión, debida en parte por la escasa voluntad política por seguir desarrollando proyectos desde hace varias décadas. Sólo con una actitud avanzada hacia esos fines hará que “el desierto” de datos arqueológicos necesarios para esclarecer nuestro pasado, la clave del título de la conferencia, “reverdecerá”.





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