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Opinión - Juan Marcelo
(La Regadera) - 12/08/2018

UN PROYECTO SERIO

"Tuvieron que transcurrir unos años para ser expulsado de colegios y una del Instituto de Enseñanza Media – el nombrecito, ya anunciaba sus carencias y limitaciones – para que mi familia comprendiera mi afán de que no ser nada"

Almeria 24h
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UN PROYECTO SERIO


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Cuando nací, mi familia no me conocía ni de vista. Entonces, era muy feo…, ahora también… (Léase sollozos nada consoladores que no he podido superar y que persiste en un trauma nada llevadero) Esto, que parece sacado de mi añorado TBO, marca indeleblemente tú futuro, porque basta imaginarse si llegaras al mundo y supiera tu familia de qué pie cojeas; cuáles son tus aptitudes…, también tus actitudes. Detalles que te allana el camino y tendrías la mitad del camino hecho y no sería necesario acumular imposiciones, reconvenciones, consejos, sugerencias, reproches u otros productos de elaboración pertinazmente casera.

Después, viene de que no eres un desconocido en tu propia familia y es ahí como empiezan los problemas. Mi abuelo, criaba camellos que exportaba a Libia y mi padre inmerso en la política social y eran esas dos opciones reservadas para mí. Nadie me preguntaba por mi secreta ambición que era llegar a ser nada y con eso, me bastaba y más cuando no estaba tipificado en el Código Penal. Me preguntaba: ¿Puede ser alguien más parco en ambiciones desde un punto de vista convencional? Exponía: ¿Os imagináis la delicia que representa inculcarte que no vas a ser nada y que te exime de obligaciones y tentativas de ser alguien? Pues yo estaba en esa tesitura. ¡Y ni así, me dejaban en paz! Al principio, se decidió en el núcleo familiar que seria arquitecto, una especie de Calatrava, que debido a su apellido, sus edificios se venían abajo y muy dispuesto a hacer chapuzas a cobro pasado.

Querían convertirme en un arquitecto con un toque extravagante y de firma sólida en un Banco. Más adelante, algo debió de extrañar en mi comportamiento y decidieron que la medicina era mi oficio por las hostias que me pegaba huyendo de una jeringuilla y mi hermana Aliza Marcelo, en continua persecución. Recomponer heridas por erosiones en mi cuerpo cuando choque contra un “poste de la lú”. Las familias, son muchas veces indescifrables sobre todo, si apelas a la lógica más elemental.

Tuvieron que transcurrir unos años para ser expulsado de colegios y una del Instituto de Enseñanza Media – el nombrecito, ya anunciaba sus carencias y limitaciones – para que mi familia comprendiera mi afán de que no ser nada, iba por buen camino y era un proyecto serio, consecuente e invariable.

Entre unas y otras cosas, habíamos perdido diez y ocho años de nuestra vida. Fue entonces cuando mi familia supo estar a la altura y dictaminó mi fracaso, detalle que me alivió. Acertaron, no era tan difícil: Entre tener o no tener fe, es la opción más segura, todo ello… ¡Como si yo no supiera lo acertado de su vaticinio! En todo caso, aquella premonición familiar, no exenta de sermones y sugerencias- similar a cuando vemos al facha Bertín Osborne anunciando las sardinillas Cuca - me liberó por fin de ataduras y de presiones innecesarias.

Creo que fue por aquellos días, cuando liberado de presiones y obligues familiares, me decidí por entrelazar líneas escritas. Contar verdades, y como consecuencia, me quede sin empleo en editoriales. Iba rayando mi vieja aspiración de no ser nada cuando ser nada, concebí que lo era todo. Escribí un libro, “El Conde Drácula, sometido a dietas de ajos” y el editor me dijo que lo que más le gusto del libro, era la palabra FIN. Mandaba artículos a rotativos de renombre y siempre me preguntaban qué profesión tenía antes. (Ahora me copian artículos en Facebook y lo imprimen en papel siempre con el razonamiento de… ¡cómo nunca iba a llegar a ser nada…!

Mi abuelo ya no existe y mi padre, nos dejo después. Algún día escribiré como la población de Melilla, se nutría bajo el precepto de mi padre. Favoreciendo siempre a las clases menos pudientes. Por mi parte, no sé si a mi abuelo le ha sobrado algún camello para negociar sobre él: Lo que se, es que nadando en mi extravagante nebulosa de conceptos existenciales, no dejare de auxiliar y socorrer a personas necesitadas por la simple condición de que si son alguien y muy obligadas a que estén entre nosotros: Que necesitamos su presencia. A mi edad, no puedo cambiar mi condición de andar de puntillas y no ser protagonista de nada: Pasar desapercibido pero ayudando a que la injusticia no prevalezca y en continua batalla para que el futuro de mi prole, no le roce lo que tenemos que aguantar y soportar. A veces, pienso que mi vida era, junto a mi abuelo, criando y vendiendo camellos aunque es muy cierto que el Gremio de Jorobados de Argelia – personas muy respetables – nos hubiera quitado la patente. En fin…

Juan Marcelo




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