|
|
| PUBLICIDAD
|
Del cerdo, me gusta hasta su sonrisa: Esa sonrisa cuando te mira y te hace cómplice para que lo degustes a satisfacción. Ese andar altanero y soberbio que ha copiado a la perfección Pablo Casado. (Sentencio que una numerosa piara comprometida con sus ideales, pondría en jaque la estabilidad democrática)
Sentado en una mesa de un restaurante de la autovía IV dirección Jaén, solicité al camarero me sirviera mi plato preferido que es la carrilada de cerdo pero que no fuera criado en las cercanías de Sevilla y sumo cuidado de que no fuera mechada ya que si está contaminada, no me quita todas las tonterías que uno arrastra sino que las aumenta.
-¡Denota cierta desconfianza en nuestros productos, caballero! – exclamo el camarero molesto e incomodado - Si quiere, le servimos una lata de atún sin certificado sanitario o mejillones de Cuca que Bertín Osborne aconseja… que estamos muy al día en ofrecerle lo que la “Sanidad a la Española” nos propone y dicta.
-No – exprese rápidamente – Prefiero un producto de confianza aunque la confianza dé asco y ese gesto amistoso y de acercamiento te meta en un quirófano donde las bacterias te saluden con agrado como alguien muy propenso a ingresar en su familia como innovadora e invasiva cédula cancerosa.
- Bueno – me sugirió el camarero –En este caso, tenemos variedades a gusto del consumidor: ¿Caldo de una gallina que no ha sido violada por un gallo y el juez considere que solo ha sido violentada? – ¿Hamburguesas de pistachos o cocido típico de Burkina Faso en contenedores sin control sanitario? ¿Un filete empanado donde a través del vinagre le hemos quitado parte del botulismo que había engendrado en su transporte? ¿Carne de una vaca loca que se abstuvo de bailar con Arias Cañete en la crisis de las vacas locas pero que está aquejada de hipertricosis? ¿Pollo al Jerez con piojos? ¿Ternera rescatada y saneada después de sufrir el ébola? ¿Sudores que caen en la sartén de un cocinero chino mientras prepara el pato a la naranja? ¡Disponemos de un menú típico de una Residencia de Ancianos! ¿Una Lasaña tipo Liga Norte confeccionada por Matteo Salvini? Además, se ha sentado usted en una mesa que no corresponde a la Unidad de Infecciosos donde tenemos el sonido ambiente de Plácido Domingo cantando sus “arias” que ayuda en la digestión y…
-…No: Quiero una carrilada de cerdo y ya me importa un huevo que el guarro sea criado en los confines de Departamento de Sanidad con todas las consecuencias que comporta confiar en ellos y que el Consejero de Sanidad de la Junta andaluza me acompañe en la mesa. No fue posible tan deseada compañía y después de degustar y tener el regusto de haber saboreado mi plato preferido regado con agua de un pozo extraño y un entrante de “Sabores de Paterna”; un excelente cigarrillo inglés, Benson&Hedges oro, de Derby (Uk) pero fabricado en Zafra, (Badajoz) colmaba todas mis ilusiones de la parada para comer algo que, en mi imaginación, tenía controlado. Todo controlado: Creemos que lo tenemos todo controlado cuando esa farsa de control dura el mismo tiempo que la vida te ponga todo al revés, en este caso, el estómago. Parece que todo está bien hasta que perdemos la brújula y nos dirigimos a la complacencia y parece que hemos superado el engaño cuando el recelo y prevención de lo que comemos embasado o cocinado siempre lo tenemos presente.
Admito que en uno de mis viajes a Moguer, (Huelva) para cargar fresas destino Bergen, (Noruega), adquirí un paquete de carne mechada de la firma Mugri-ento para comer – no para juguetear con ella -surtir el cajón de mi frigo y otra dotación de carne al pimentón - para profanos, les indico que era carne con pimentón y no ponía en su envase, “Antes de su consumo, visite a la Clínica más cercana”– y no sé si después de terminar e ingerir tan rica vianda, me ha hecho escribir artículo como este en plena elucubración /paranoia o simplemente con una salchicha alemana, mis escritos hubieran salido mejor a lo que yo me proponía a la hora de escribir. (Aun estoy investigando el asunto) Aun así, y a pesar de ello, habrá que seguir confiando en la buena fe de nuestros fabricantes y nula benevolencia con algunos pérfidos industriales de la alimentación, pero en esta tesitura; ¿Qué comemos? Cuantos revulsivos le ha confeccionado a la leche de un yogurt que según la que elijas, actúa como postre o te cagas encima? ¿Si elegimos un batido de chocolate, siempre nos deriva a pensar que es una vaca color marrón? A este paso, no harán creer que la cerveza no engorda y a la hora de ponemos y ajustarnos el chaleco es por culpa de nuestro metabolismo y acudimos en rogativas al Evangelio cromático?
En fin…, confiemos en nuestros productos y más como en mi caso que he llegado a saborear un yogurt caducado de Milbona que no es nuestro. Debe de ser unos genes adquiridos que ha inmunizado mi estómago ya que he sobrevivido a la leche en polvo; el chocolate con algarrobas; la margarina importada de Camerún y he salido airoso aunque siempre han sido productos en que ha despertado mis sospechas pero lo digería tan bien que esa ingesta ha fortalecido, aun más, mi aguante digestivo…, además: ya tengo cierta prevención con los productos envasados al vacío– caso improbable en su adquisición pero si me descuido u olvido esa desconfianza/mosqueo alguna vez - siempre puedo acudir al suicidio como Plan de Pensiones.
Juan Marcelo
|
