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Me recuerda mi Regadera que mi profesor favorito, Cojonciano Ceropelotéz, se paso 52 años en somero estudio en hallar la diferencia entre un mantecado y un polvorón. Hombre poco ducho en la materia, también tuvo la paciencia, - emulando a un tal Job – en el afluente Narcea si los peces bebían en el río y su intención, en un acto humanitario, de sacarlos para que no se ahogaran.
La Virgen se está peinando entre cortina y cortina, reconocía mi profesor que su existencia como docto profesor, llegaba a un final aterrador.
Hacia Belén va una burra y le acompañaba gentes de remiendos donde ya se habían hecho los remiendo…, y los han vuelto a coser, resultaba en opinión de mi profesor como destruir los ordenadores de Bárcenas a martillazos y que el ordenador volviera a funcionar. Los pastores se dirigen a Belén y las cabras, aprovechando el momento, empiezan una bacanal entre ellas…
Llevo una semana viviendo y soportando una sobremesa constante. Así esta mi acido úrico, mi cabeza y mi pantalón de festejos que han tenido que ensancharlo. Haciéndome eco de las penalidades surgidas en algunos durante un año donde no me he pronunciado, por pudor o respeto, sobre la sentencia de Antonio Gamero de decirles que; “Si tienes penas no se la cuentes a los amigos en estas fechas…, que les divierta su puta madre” Navidades gratas simplemente porque reúnes a la familia y se da la impresión de que el resto del año, hemos sucumbido a una estricta dieta.
Viandas sobrantes mientras el patriarca de la familia no se atasque pensando en que las subidas de las pensiones no sean proclamadas el Día de los Santos Inocentes ojeando sus espaldas por si acaso Pedro Sánchez le ha puesto un monigote.
Mientras la eterna sobremesa se hace apocalíptica, el uno te cuenta que ha triunfado. El otro, que sigue con el proyecto que nos dijo en las Navidades del 2.006 y que sigue en él. El otro, te habla de las incomprensiones ajenas que soporta y las suyas con las que lidia. Conversaciones que a larga se hacen monólogos y si se comparte con otro, resulta ser biólogo con el más cercano ya que el eco de su voz, no llega al final de la mesa.
Al final, nadie recuerda lo que ha hablado ni se atreve a pronunciarse sobre lo que ha escuchado. El único sonido abstracto que impera en la sala, es la de los jodidos móviles que es el que goza de mayor credibilidad y todos están atentos.
En este año, hemos tenido “santos inocentes” como para repoblar el desierto de Gobi: Letras del Himno Nacional de una mujer de oscuro pasado. Esperanza Aguirre en bicicleta. La exhumación de Franco que no se si era un acto solemne o simplemente una charlotada. Le pegan fuego a Barcelona. Votamos tres veces y criminales franquistas ocupan escaños en el Congreso. No cabe duda que el año que nos despide, harto de que los Santos Inocentes dejen de hacer gracia, está deseando desparecer por que no le ve las gracias.
Vamos a despedir el año como se merece. Hagamos un acopio sentimentalismo de lo que ha tenido que padecer y sufrir entre una Justicia desordenada. Matarifes de animales en un ruedo. Santos en continua plegarias y rapiña usurpando patrimonio al pueblo. Parados; pensionistas; féminas en continua batalla reclamando por derecho que son el eje de que el mundo no se paralice. Este año que ha dejado un Gobierno en funciones pero sin funcionar.
Despidamos este año que no se proponía dejar un tufillo insoportable parecido a un panteón familiar y acojamos al nuevo con más esperanza e ilusión. Quizás el viejo año, ya le ha aconsejado sobre el asunto.
Juan Marcelo
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