|
|
| PUBLICIDAD
|
El miedo es una de esas sensaciones que acompaña a los seres humanos a lo largo de nuestra vida y dejamos de existir abandonamos todas las gilipolleces que tanto nos ha embargado en vida creyéndonos que estábamos en posesión de la creatividad y resulta que nos pasamos esa vivencia entre golpes y golpes. Que es cierto que nacemos para vivir no para morir, pero te encuentras con personas que - en plena pandemia –tienen un imperioso deseo de salir a la calle tras el prolongado confinamiento provocado por la epidemia del corona –ocio. Otras, por el contrario, pueden llegar a tener un miedo cerval a hacerlo no vaya a ser que te encuentres con los pijos/as de Barrios pudientes madrileños con banderitas al lomo.
Haber estado encerrados a cal y canto en casa durante tantas semanas, no les ha pasado factura ya que se protegieron envueltos en inciensos y Cleros dogmáticos y no dio resultado. Convertirles en temerosos al contagio, no sólo suyo sino también de alguno de sus familiares cercanos, hasta el punto de poderles haber provocado un cierto sentimiento entre angustia y desasosiego, no va con ellos ya que la púrpura y confesiones de establo, aunque prometedor, les ha fallado. Ahora, salen a la calle esperando un “maná” redentor. Ignotos a la definición de “síndrome de la cabaña" o miedo a salir para empeorar o contagiar a los demás, han empleada el “síndrome de la herencia adquirida” como recurso más valido.
Y es que, aparte de que cuando les convencen sus temores hacia lo divino, no se dan cuenta que se están destruyendo ellos mismos. Pisan sus límites sin saber o notar que un psiquiatra se frotaría las manos viendo lo que le ha caído en su consulta. Tratan de vencer sus errores en rogativas y hasta encienden una vela en plegarias y logran vencer sus temores en continua parafernalia de un dudoso patriotismo y creencia inculcada que hace aguas haciendo caso omiso de lo que se gesta en la tierra se soluciona en la tierra sin que nadie supremo haya la conclusión y finalice, a falta de milagros, la fatalidad. Los miedos: esos miedos que decía el “trágico” Soflocles, sofocado, "para quien tiene temor, todo son ruidos".
Y salen a la calle sin olvidar las banderitas…, que las banderitas siempre sea el lábaro que los conduzcan para afianzar su “personalidad” Que ellos son españoles y los demás estamos encuadrados como comunistas, ateos, venezolanos, iraníes, y gentes que intentamos quitar la esencia de lo español cuando su España era un Imperio y masacraban en las conquista otras gentes bajo la cruz y la espada. Españoles de añeja conciencia en plena nostalgia de un dictador y jóvenes del gremio a su imagen y semejanza con la cantinela, siempre a coro, de que primero hay un Dios y después viene la Patria.
Las manifestaciones de “patriotas” de pijos y despensas llenas de Madrid ignorando lo que es un Comedor Social, acciona lo que un Gremio de la ultraderecha española - cuyo programa no se permite en la UE por xenófobo y golpista - convoca esas manifestaciones para desgastar al Gobierno propiciando y secundando el porqué los Golpes de Estado siempre son cuando las crisis las intentan inculcar en el descontento y la insatisfacción de las masas. (La Historia completa esos datos fácilmente localizable en cualquier rincón del mundo)
Es de imaginar que estos pijos/as no han pensado que este tan genuino brote y ardor patriótico haya puesto en peligro a los demás que permanecemos recluidos en casa. Es de imaginar que, escasos de sensatez como acostumbran, el contagio no se reproduzca y lo que era un declive de la pandemia, tengamos que convivir con ella y ponerle un escudo más en su bandera.
No estamos para bromas como para ver a fantoches en plena aglomeración reclamando algo que no está sujeto a lógica. Desde mi confinamiento en Carboneras, Almería, exijo, se fiche a estos títeres patrióticos para tenerlos apuntados en su desplazamientos que seguro, con su status, tendrán una segunda residencia, y aunque nos visiten libres de virus, no quiere que se me “pegue” nada de ellos… ¡ni su presencia…!
Juan Marcelo
|
