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A pesar de haberse demostrado que internet siempre deja huella y que es muy fácil seguir nuestro rastro en entornos online, son muchas las personas que siguen pensando que son absolutamente anónimas detrás de la pantalla. Es cierto que podemos no mostrar nuestro nombre real, no publicar ninguna foto nuestra o informaciones sensibles, también podemos conseguir que si alguien busca nuestro nombre en Google no encuentre nada sobre nosotros (esto no es del todo cierto, ya que alguna información es pública, como resultados de exámenes y convocatorias del ayuntamientos y juntas).
Pero la verdad es que nuestras acciones quedan registradas a nivel de IP, y aquel que incurre en delito puede ser rastreado fácilmente, hasta llegar al punto en el que lo virtual y lo real se entrelazan y la identidad queda al descubierto.
En el sector del juego, la tecnología ha marcado un antes y un después en diferentes áreas. Cuando surgieron los primeros casinos online, se habló de la democratización del juego en el sentido en el que ya no era necesario desplazarse a un local físico, algunos de los cuales exigían etiqueta, en un horario en concreto y en ocasiones con la necesidad de desplazarse a otras ciudades.
Pero no fue el único cambio: ahora es mucho más difícil hacer trampas o utilizar técnicas de juego que, sin ser trampas, favorecían al jugador y que no estaban bien vistas por la banca o por el resto de jugadores. Si recordamos películas tan míticas como 21 Blackjack (con Kevin Spacey como cabeza de cartel), el objetivo era ganar el máximo de dinero posible a la banca de un casino físico sin hacer trampas pero con una estrategia muy cuidada, elaborada por alumnos de matemáticas y estadística del MIT capitaneados por su profesor.
Esta técnica se basaba de una u otra manera en el conteo de cartas, también usado a veces en juegos de poker online. Esto no es ilegal pero no se considera buena praxis. Pues si un jugador online hoy tratase de poner en práctica esta técnica sería del todo imposible, ya que el barajeo basado en la aleatoriedad real hace prácticamente imposible predecir el siguiente movimiento, e incluso cuando hablamos de blackjack en vivo con un croupier real, existe la suficiente seguridad como para no poder ir contando cartas.
Lo mismo sucede con la maniobra de la familia The Pelayos (con Daniel Brühl, Miguel Ángel Silvestre, Blanca Suárez, entre otros), que diseñó también con las matemáticas por bandera un método que analizaba los defectos mecánicos de las ruletas y la probabilidad que generaban de que algunos números fuesen más propensos a contener la bola. En parte, esta familia fue responsable de que las ruletas utilicen hoy día elementos informáticos. Lógicamente, si jugamos en internet a la ruleta no podremos utilizar tampoco este tipo de defectos a nuestro favor.
De cualquier manera, siempre será difícil mantener a raya a los tramposos en internet, pero precisamente en juegos en los que interviene el factor dinero hay muchas más personas interesadas en volver la suerte de su parte porque la recompensa será más que una victoria: será un premio en metálico. Aún así, títulos que lideran o han liderado los eSports, como Clash Royale o Fortnite, son también objetivo de tramposos.
Para el Crash Royale surgió en tiempos una vulnerabilidad que aprovechaba la posibilidad de colocar dos aplicaciones en Split View (pantalla dividida) en iPad para poder tener visibles elementos prohibidos durante la partida. Otros juegos como Marvel Strike Force, de batalla por turnos, debe revisar constantemente usos fraudulentos por parte de los usuarios, ya que los hay que hackean cuentas para hipervitaminar personajes y hacerse con la victoria sin esfuerzo.
En la película de animación de Disney Ralph Rompe Internet también se muestra una manera consensuada de hacer trampas y negocio con ciertos juegos: jugadores que consiguen objetos raros y difíciles de encontrar en un juego concreto, y que facilitan avanzar o ganar, y que los venden a otros jugadores a los que les importa mucho colocarse en los mejores puestos, pero no tienen reparos en realizar un tipo de juego ético.
Este tipo de comportamientos, no obstante, son vigilados constantemente y tratan de ser evitados. Se convierten para los desarrolladores en un verdadero dolor de cabeza pero, de una u otra manera, terminan por descubrir a los autores de estas fechorías, tarde o temprano.
En locales físicos de juegos de casino y en salas recreativas también la tecnología está reforzando la seguridad. A pesar de que se haya introducido la electrónica como medida de prevención de fallos mecánicos en máquinas de todo tipo, la picaresca siempre va un paso por delante y hay quienes han conseguido engañar a la máquina, aunque no por mucho tiempo.
Hay quienes han conseguido que una ruleta digital les dé por ganadores sin serlo o que un premio mínimo se convierta en un premio millonario, si bien en menos de 24 horas han sido descubiertos y rastreados, por lo que, efectivamente, cada vez tiene menos sentido tratar de hacer trampas en juegos en los que intervenga una máquina, ya sea en el ámbito presencial o en entornos online. Parece que de momento, la tecnología va ganando la partida.
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