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- Vamos, tienes que caminar. Es importante
- ¿Pero por qué está todo tan oscuro? Casi no puedo verte
- Siempre te ha dado miedo la oscuridad. Recuerdo cuando nos casamos aquello tan bonito que me escribiste sobre que yo sería la luz que te guiaría por el resto de tú vida
- Después de escribirlo pensé en no dártelo. No quería que pensaras que era un hombre blando o un cursi
- Que tonterías. No hay nada que nos guste más que un hombre sensible. Me hiciste una mujer muy feliz
- ¿Por qué tenemos que caminar? Estoy muy cansado, en serio, no puedo seguir. Es como si me doliera todo el cuerpo a la vez
- Si que puedes. Camina. Cógete a mi brazo. Ya falta menos
- ¿Pero hacia dónde vamos?
- Acuérdate de cuando fuimos a ver Granada. Los niños eran tan pequeños. Bajo aquella tromba de agua ellos no podían más. Estaban asustados. Tú cogiste en brazos a Raúl y yo a Marta. Atravesamos media ciudad hasta que conseguimos llegar al hotel. Nos portamos como dos súper padres
- Si. Supongo que sería el instinto. Sacamos fuerzas de donde no las había
- Pues ahora igual. Sigue caminando mientras piensas en ellos. Por cierto tienes que acordarte de que Raúl tiene cita con el oftalmólogo el mes que viene
- Lo sé, y un día después Marta tiene revisión con el dentista. A ver si le quitan de una vez los dichosos hierros
- Para eso aún falta, pero ella no lo lleva mal
- ¿No podríamos parar un momento? Me voy a caer del agotamiento, no puedo dar ni un paso mas
- Siéntate en esta silla
- ¿Quién ha puesto aquí esta silla? ¿De dónde ha salido?
- Tú siéntate y descansa
- Estoy exhausto. Necesitaría tumbarme
- En cuanto a los niños, ya sé que los quieres mucho pero es importante que ellos lo sepan
- Sabes que solo vivo para ellos No entiendo porqué ahora precisamente te preocupa tanto eso
- Son casi adolescentes y sus vidas están a punto de complicarse mucho
- Sabíamos que llegaría esta edad, ya afrontaremos los problemas cuando lleguen, como hemos hecho siempre. Ellos son fuertes
- Tú también, así que levanta. Aún nos queda camino que andar
- No puedo, en serio. Las últimas fuerzas que tenía las he gastado al sentarme en esta silla
- No me hagas esto. Levántate, vamos
- Me cuesta respirar y noto como si mi sangre estuviese hirviendo dentro de mí
- Que te levantes maldita sea. Y deja de quejarte de una puta vez
- ¿Por qué me hablas así? Es solo que…
- No hay más excusas. Tienes que hacerlo. Camina. Por ellos y por mí. Te lo suplico, por favor. Si tanto me quieres tienes que intentarlo. No te puedes quedar aquí
- Nunca he soportado verte llorar. Déjame apoyarme en ti. Caminemos juntos pero despacito. Te aseguro que estoy más allá de mis límites
- Gracias cariño. Por cierto, a Marta la mimas demasiado. No le puedes consentir todo
- Lo sé, pero me duele tanto verla triste. Con Raúl es más fácil se adapta mejor a las normas
- Son tan parecidos y a la vez tan diferentes. Entre ellos también se cuidarán. Se quieren con locura
- A veces creo que quizá eso es lo más hermoso que hemos creado. Ese amor incondicional que se tienen
- ¿Estás mejor?
- Mi sangre ya no me quema tanto por dentro
- ¿Recuerdas ya algo de porqué estamos aquí?
- Esta mañana tu coche no arrancaba y me has pedido que te lleve al trabajo. Todo está muy confuso en mi cabeza. Las imágenes saltan y algunas conversaciones no logro comprenderlas
- Me gastabas bromas porque tú “trasto” con todos sus ruidos es el que me estaba llevando al trabajo mientras que mi coche nuevo se quedaba en el garaje
- Sí, mi trasto es duro como una roca. No es el mejor ni el más rápido pero puedes confiar en él
- Por eso te amo. Tú vida está sustentada en la amistad, en el amor. Todos tus ríos van a parar a ese mar
- Espera. Estoy recordando más cosas. Veo imágenes. Luces. Me siento tan cansado que no sé si son realidad
- Sigue recordando, es importante
- Habíamos llegado a la autovía. Tú cantas la canción de Sabina que está sonando. Me gusta mirarte cuando gesticulas como si interpretaras la letra. Yo canto contigo. Desafino y tú sonríes. Sabina sigue cantando y de momento no protesta
- Tiene mucha paciencia, más que yo ¿Qué más recuerdas?
- A lo lejos veo un coche. Me pone en alerta. Hay algo que no entiendo. Va en dirección contraria ¿Qué diablos hace? Me resguardo a la derecha pero viene hacia nosotros. Todo estalla. La luz y la oscuridad se funden como si fuesen una sola cosa
- Tranquilo. Solo es un recuerdo que ya no te puede hacer nada. Ahora debes tumbarte y cerrar los ojos
- ¿Dónde?
- Aquí, en el suelo
- Está helado
- Lo sé. Coge mi mano y no la sueltes
- Tu voz se aleja. No me dejes
- Estoy aquí. Abre ahora los ojos lentamente ¿Qué ves?
- Mucha luz. Me duele
- Ya estás allí. Acuérdate de todo lo que te he dicho. Te quiero
- ¿Dónde estoy?
- Isabel llama al Doctor Gutiérrez que el de la 7 está despertando
- Increíble, es como si alguien se lo hubiese arrebatado a la muerte
- Habíamos perdido toda esperanza y ahora míralo
- ¿Dónde estoy?
- Está usted en el hospital. Quédese tranquilo, ya llega el doctor
- Hay demasiada luz
- Se irá acostumbrando poco a poco. Ya está aquí
- Si no lo veo no lo creo ¿Puede usted oírme? ¿Cómo se encuentra?
- Me duele todo el cuerpo ¿Y mi mujer?
- Recuerda lo que le pasó
- Tuvimos un accidente. Un coche nos embistió ¿Pero dónde está mi mujer?
- Lo siento mucho. Ella no sobrevivió.
- Pero eso es imposible. He estado hablando con ella todo el rato
- Lo siento. Ahora debe descansar. Hay que sedarlo, volveré en un rato
- ¿Has visto que cara ha puesto el Doctor Gutiérrez?
- No es para menos. Esto es casi un milagro
- O quizá, otra cosa
- Ya estás con tus brujerías
- Solo digo que hace un momento yo he sentido que algo que desprendía mucho amor estaba con nosotros y estaba llorando
- Anda, no digas esas cosas que me pones el vello de punta
- Dicen que los muertos no pueden recordar su muerte y por eso no regresan
- Pues este ha regresado
Miguel A. Parra
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