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Decían Los Sirex en aquella época donde el guateque era la salsa del fin de semana que “La moda, incomoda” Mi profesor favorito, Cojonciano Ceropelotéz, llegaba al paroxismo de la inventiva preconizando que “El mejor atuendo es el taparrabos: Nunca llevéis sujeto vuestras partes pudiente; algo que apriete y deje sin oxígeno esas partes.., los calzoncillos es una creación derivada de los esclavos de Cotton Fields” Todos asumimos su recomendación y vamos con las cuestiones al aire no sujeto a nada. (La canción de los mismos Sirex, “Que se mueran los feos” nos impregnaba ciertas reservas a los que íbamos a ligar a los guateques y utilizábamos cacao en los labios para ser más asequibles al desaliento del rechazo como diciéndonos, ¡lo hemos intentado todo!)
Uno, que ya recuerda - aunque por etapas lo vivido - no se atreve a enumerarlas ya que no concuerda con la edad que tengo ya que la sobrepasa y me pregunto: ¿He vivido tanto?
Un estudio hecho por la Universidad de Antananarivo (Madagascar) por alumnos de esta magna Institución, concluye que los europeos ya no se ríen como antes. El apego que tenían con la sonrisa fácil y las carcajadas estridentes, se ha transformado en muecas desagradables y cierta incertidumbre en su legendaria expresión jocosa ante los demás. Ciertas reservas en acercamiento y desconfianza: Ítem más… La corresponsal del semanal “Crónicas de los absurdos” Exuberancia de Ubres, responsable de dicha sección, no pudo terminar su reportaje ya que dichos alumnos, la conminaron a sonreír y no pudo debido a que le participaron, vía internet, la maraña de los encausados por el caso Kitchen. “Otra pandemia más – se dijo – ¿quién se ríe…? “
El amigo y vecino, Refractario Ladrillo, aseguraba el martes pasado que puede ser que la pandemia proceda del “mosquito de las pirámides” cuando se trataba de mosquito del Nilo. (Hasta se partía la boca quien osara contradecirlo) Vivencias que uno asume en la llamada normalidad cuando no es normal.
La excelsa y ponderada Marquesa del Clítoris Reseco, manifestaba - ante el confinamiento de ciertas áreas madrileñas – “que la culpa de tales situaciones las tienen los pobres, mendigos, marginados y emigrantes que asola el País y no necesitamos su ayuda laboral debido a que los españolitos tenemos las suficientes agallas para meternos en un invernadero a 46 grados de calor”
El gerente de la Funeraria “Hay esperanza” Don Funesto Ámbito, declaraba a un medio que se habían visto desbordados por la pandemia y fallecidos debido a ella. A preguntas de las confecciones de los ataúdes, aseguro que las labores del compuesto de los féretros eran en base a plastilina y piel de dátiles importados de Libia. “Total – aclaro con cierto énfasis – el cadáver no se va a quejar…”
El médico italiano, Testado Cipollini, se plantea seriamente, - léase mucha seriedad o completamente en serio – el trasplante de cabezas humanas. (Recuerdo de los Jíbaros que al desconocer la tendenciosa petanca se dedicaban como hobby a reducir cabezas) No me importaría que me cambiaran mi cabeza, la autóctona, que no supo en ocasiones sacarme de apuros en más de una ocasión pero que me la cambiaran por un torero/asesino de animales o la testa de Eduardo Inda, prefiero antes seguir con la mía asumiendo con entera resignación sus idas y venidas no siempre halagüeñas.
Y continúo así, con mi inédita cabeza expeliendo y aspirando las vivencias y resultados que la vida me ofrece pero siempre pagando intereses que a veces me sumerge en el desconcierto. Lo asombroso y lo llamado normal. Debe de tratarse una fórmula que traza el guión de nuestras vivencias tanto de contemplación y perplejidad y que tiene un método exclusivo para dejar sin efecto el asombro. Ante esta tesitura, siempre me digo: ¡Nunca pasa nada que nos pueda extrañar!
Juan Marcelo
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