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Cuando escuchamos una sinfonía, percibimos el resultado final de un conjunto de elementos que hacen posible que la pieza interpretada tenga armonía. En el evangelio de este domingo nos encontramos ante una verdadera sinfonía de enseñanzas de Jesús, en la que hay un tema principal, pero que exige no despreciar ningún elemento por considerarlo secundario.
En la primera parte del fragmento nos encontramos el diálogo entre Jesús y aquel joven que se le acerca deseando heredar la vida eterna. En la pregunta que hace a Jesús, ya se puede intuir cuál va a ser el resultado final, puesto que esta pregunta es propia de aquellos que tienen una vida «completa» y la amistad con Dios es solo un elemento más que redondea una vida fundamentada sobre las seguridades humanas y que podríamos denominar: «riquezas». La propuesta de vida que Jesús hace a este joven consiste en que cambie radicalmente el orden de sus valores. No basta practicar una religión fundamentada en el cumplimiento de los preceptos, es necesario vivir de acuerdo con una nueva escala de valores, donde Dios no es un bien futuro y cuya influencia en la vida presente se limita solo a una práctica rutinaria. Jesús muestra al joven cuál es el verdadero camino de la vida: Dios no puede ser solo un elemento más de su vida, sino que ha de ser la clave de bóveda que sustenta toda su vida. En este sentido se ha de entender la invitación a vender todos los bienes y repartirlos entre los necesitados. Hay que sustentar la propia vida no en las seguridades que nos dan las cosas que tenemos, sino solo en Dios.
La reacción de aquel joven, marchándose entristecido, hace que surjan dos enseñanzas de Jesús que, a modo de temas secundarios de la sinfonía, acompañan y redondean la enseñanza principal. La primera de ellas es la advertencia de Jesús de la imposibilidad de vivir una verdadera amistad con Dios si seguimos depositando nuestra confianza en las seguridades humanas que nos producen los bienes materiales y no en Dios. Tanto es así, que más fácil es para una camello pasar por el ojo de una aguja. La segunda enseñanza versa sobre la persecución, que en este contexto no ha de entenderse solo como los ataques o críticas que pueden recibir los cristianos por el hecho de ser discípulos de Jesús y querer vivir con una escala de valores diferente. Jesús está haciendo referencia, también y principalmente, al combate que cada uno de sus discípulos debe realizar para mantenerse en el camino que Él nos ha enseñado y no dejarse seducir por los valores que propone la sociedad.
Para quien vive en las enseñanzas de Jesús, su vida será similar a una buena sinfonía en la que todos los elementos de su vida están en armonía y goza de la amistad con Dios, en el presente, y con la vida plena, en el futuro.
Victoriano Montoya Villegas
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