TINTA DE LUXE

El hombre, se marchó agradecido y con una sonrisa tipo Boris Izaguirre, emitió un saludo de despedida

Después de descargar en Hamburgo, me dirigí a la comarca de Schleswig-Holstein (Mar del Norte) donde estaba la fábrica de Titanlux. El GPS, me desvió a una carretera secundaria y me tropecé con una barcaza porta-coches que surcaba el río Elba hacia la otra orilla en que me esquilmaron 50 marcos. Una vez desembarcado, el GPS seguía con sus indicaciones y yo, viendo el panorama, empecé a acojonarme viendo el escenario en donde la carretera se metía bajo una especie de pantano y encima de noche. Se me encharcaron las ideas y aun viendo a lo lejos la chimenea de la fábrica. Las ruedas de dirección de mi FH-480, empezaron a hundirse lentamente. Me quité los zapatos y los calcetines donde una vez desalojado de esos calcetines, volví a calzarme. Me bajé rápidamente mientras mi GPS insistía que siguiera y me acordé de un competidor – “a ver quién hace más kilómetros que yo” que fue él que me reformó la aplicación del GPS.

Fuera del camión, me fijé en una especie de chalet que había a cien metros. Se encendieron las luces y vi acercarse un Land-Rover portando una pequeña grúa y el hombre sonriente, se acercó a mí. Dijo algo en alemán que por sus expresiones entendí que no era la primera vez que pasaba lo cual me sentí más aliviado. Tiró del frigo vacío para atrás y una vez liberado, me dijo que lo siguiera mientras yo volvía a ponerme los calcetines y volver a calzarme. A unos doscientos metros, me dejó en la puerta trasera de la fábrica Me baje rápidamente de la cabina y le obsequie con dos botellas de vino que yo utilizaba para casos extremos como este.

El hombre, se marchó agradecido y con una sonrisa tipo Boris Izaguirre, emitió un saludo de despedida.

Me recibió el guardia de la puerta frotándose una oreja y su mirada clavado en mí como elucubrando de donde sale este ejemplar. Le enseñe los papeles y me conminó a entrar en el parking del recinto y aparque junto a dos J.Carrión de Almería lo cual deduje que, para llegar, han tomado otra ruta diferente. Me sentí desolado al ver sus ruedas impolutas de barro y me dio la tentación de rebañar el barro de mis ruedas y mancharles las suyas, simplemente para estar en consonancia y sentirme mejor. Reflexioné ante esa perversa y repulsiva tentativa y desistí de ella ya que no entraba en mi guión vivencial.

(Mi compañero Procovio, - que reconocía no haber salido nunca a hostias por su nombre- siempre me decía que, en casos como este, me quitara los calcetines para aligerar la cabina de peso. (Solía visitarlo en el Centro de Rehabilitación Mental Indálica para que me dé más útiles y sabios consejos)

J.M.

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