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Opinión - Juan Torres López
Catedrático de Economía Aplicada - 15/02/2025

Engaños sobre la deuda

Los «expertos» de Davos confunden a la gente cuando hablan de la deuda

Opinión: Juan Torres

Almeria 24h
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Engaños sobre la deuda


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Los medios de comunicación se han hecho eco del «temor de los expertos de Davos» sobre el crecimiento de la deuda pública, tal como titulaba literalmente una información publicada en la propia web del World Economic Forum.

Sin embargo, la opinión de esos «expertos» es un engaño por dos razones. En primer lugar, porque ponen la atención donde no se encuentra el principal peligro al que pueden enfrentarse las economías en relación con la deuda. Y, en segundo, porque no mencionan las causas reales que, en todo caso, provocan el incremento de la deuda pública.

Un problema grave, pero no el principal

La deuda pública es la que acumulan las administraciones públicas de un país como consecuencia de haber gastado más de lo que ingresan a lo largo del tiempo. Es, sin duda, un problema importante, incluso podría decirse que muy grave, para muchos países y, sobre todo, para los más pobres. Es fundamental entender por qué y cuándo es grave.

Según el informe sobre deuda mundial 2024 de las Naciones Unidas, la deuda pública global fue de 97 billones de dólares en 2023, lo que equivalía al 93% del producto bruto mundial de ese año, que fue de aproximadamente 105 billones. Y, según las últimas estimaciones, en 2024 habría superado los 102 billones.

Si la deuda pública fuese un problema grave en todos los casos y para la economía mundial en su conjunto, los «expertos» tendrían que preocuparse por lo que ocurre con el país que registra la mayor deuda pública de todos: Estados Unidos. Según el Fondo Monetario Internacional, la deuda de todas sus administraciones públicas (36 billones de dólares) representa nada más y nada menos que la tercera parte de toda la deuda mundial. Y si se preocupan por países concretos, deberían poner atención, antes que nada, en Japón, cuya deuda pública representa, según la misma fuente, el 250% de su producto interno bruto (PIB).

No es casualidad que los países más ricos sean los que tienen una deuda pública más elevada. En volumen, por supuesto, e incluso casi siempre en porcentaje sobre su PIB. La que acumulan equivale, según la ONU, a casi el 70% del producto mundial.

¿Cuándo la deuda pública representa un problema?

En realidad, el crecimiento de la deuda pública no es un mal en sí mismo, ni para todas las economías por igual. Su efecto depende de circunstancias variadas. Fundamentalmente, de quiénes sean los acreedores (en Japón, por ejemplo, casi toda la deuda pública está en manos de japoneses) y de la capacidad que se tenga para hacerle frente.

Estados Unidos puede permitírselo porque financia su deuda con su propia moneda: el dólar. Hoy en día, puede emitir prácticamente sin límite, ya que es la divisa utilizada para pagar casi el 40% del comercio mundial y, además, es la principal divisa de reserva para los demás países. De hecho, representa casi el 60% del total de reservas en el mundo.

Mientras se pueda pagar y no haya acreedores que presionen a los gobiernos, la deuda pública no es un problema grave. De hecho, puede ser un motor importante de impulso económico, sobre todo, cuando los demás –consumo privado, inversión empresarial y comercio exterior– funcionan a medio gas, como viene ocurriendo últimamente. De hecho, no se ha podido probar con evidencias empíricas que volúmenes más elevados de deuda pública frenen el crecimiento económico, ni que sean una rémora para crear actividad económica y empleo.

Los «expertos» de Davos se olvidan, como ocurre siempre con los economistas convencionales, de que el peligro real de las economías, aquello que de verdad puede provocar y ha provocado crisis peligrosas, no ha sido la evolución de la deuda pública, sino la de la deuda privada. Así lo indican los datos: las crisis y recesiones se producen justamente cuando su crecimiento se frena tras un periodo de fuerte expansión.

Y se olvidan también del factor que realmente explica el aumento extraordinario, tanto de deuda privada, como de deuda pública en casi todo el mundo.

Lo que nadie cuenta sobre el aumento de la deuda

Sin necesidad de quitarle importancia a lo que ocurre en los países ricos, lo cierto es que la deuda pública elevada es muy dañina, principalmente, para los países más pobres. 54 países más empobrecidos tienen que dedicar más de un 10% de sus ingresos al pago de intereses y, según Naciones Unidas, 3.300 millones de personas viven en países donde se gasta más por ese concepto que en salud o educación.

Los «expertos» olvidan que no es el crecimiento de la deuda pública, sino el coste de los intereses asociados lo que puede hacerla insoportable. El caso de la Unión Europea, perfectamente extrapolable al resto de los países, lo demuestra: según datos oficiales de Eurostat, desde el año 2000, la deuda pública aumentó en 8,6 billones de euros en los 27 países miembros y, en ese periodo, se pagaron 6,56 billones en intereses. Eso quiere decir que tres de cada cuatro euros del aumento de la deuda en ese periodo, corresponden a este último concepto. Y, si se toma la Eurozona, resulta que 88 de cada 100 euros de aumento de la deuda pública, corresponden a intereses.

El beneficio oculto de los bancos

Los «expertos» no mencionan que el crecimiento de la deuda gubernamental que tanto les preocupa podría frenarse en gran medida si las administraciones públicas no fueran financiadas con criterios de mercado, es decir, pagando intereses, sino por los bancos centrales. Esto ocurría antes de que comenzaran a aplicarse las políticas neoliberales, a partir de los años setenta del siglo pasado. Antes de eso, la deuda pública promedio en el mundo se situaba en torno al 30% del PIB.

Por otra parte, los «expertos» se olvidan de la deuda privada porque, en realidad, no desean que se reduzca la deuda. No puede olvidarse que esta es el negocio del grupo más poderoso del planeta: la banca. Lo último que quisieran los financieros que dominan el mundo, es que se aplicaran políticas que redujeran de verdad la deuda, fuente de sus beneficios millonarios.

De hecho, la experiencia demuestra que, cuando se reclama que se reduzca la deuda pública, no se pide que baje todo el gasto público, sino tan sólo el social. Los datos históricos de los gobiernos aparentemente más enemigos del gasto público muestran claramente que, en realidad, no lo reducen en su totalidad: con la excusa de la deuda, disminuyen el gasto social y en bienestar, pero aumentan mucho más el militar y las ayudas directas o fiscales a las grandes empresas. Al final, suben la deuda más que nadie, y lo hacen con el aplauso de los bancos que se lucran con ella.

Los grandes bancos, las grandes empresas y fortunas y los políticos que defienden sus intereses utilizan el miedo a la deuda pública para recortar gastos del gobierno que no les hacen falta pero, en realidad, desean y hacen todo lo posible conseguir que la economía esté medio paralizada y endeudada porque, cuanta más deuda se genera, más renta improductiva extrae el sistema financiero en forma de intereses.

La deuda pública y privada es esclavitud. Lo ha sido siempre a lo largo de la historia, pero hay que entender bien que esta esclavitud existe porque es un negocio de los poderosos, de los que hablan de reducirla cuando, en realidad, hacen todo lo posible para que eunente porque se lucran con ella.

El conservador Mark Rutte, actual secretario general de la OTAN, es una muestra palpable de ese discurso fariseo. Reclama un aumento del gasto militar a los mismos países a los que, hasta hace poco, cuando era primer ministro de Países Bajos, regañaba porque gastaban mucho.

Para controlar el incremento de la deuda, lo necesario es reformar el sistema financiero e impedir que los bancos privados se lucren financiando bienes públicos y sociales y, en el caso de los países más pobres, compensar las injusticias que se han cometido con ellos y acordar internacionalmente la reestructuración y el jubileo general de su deuda.



Juan Torres




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