El fascismo es una forma de pensar, un talante que, por muy irracional que sea no está exento de responsabilidad y, por tanto, de capacidad de discernimiento
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El fascismo radica en el amor al prestigio autoritario, una raíz irracional, como todo su desarrollo. Pero el fascismo o el culto a la autoridad, al poder, ha seguido diferentes formas de expresión, no se debe solamente a un ideario rígido como el nazismo (sólo la raza aria es la esencia de la naturaleza), sino a una búsqueda de lo desconocido, probablemente como resultado de una timidez inicial o un sentimiento sadomasoquista que pudiera contentar la conciencia incierta y desequilibrada. ¿Es el fascismo una patología? Esta pregunta debemos evitarla si no queremos caer en esa virología vaticana que demoniza todo lo que es contrario al dogma. El fascismo es una forma de pensar, un talante que, por muy irracional que sea no está exento de responsabilidad y, por tanto, de capacidad de discernimiento.
Principios establecidos e inmutables es lo que desea la actitud fascista ante la vida, porque, de este modo, siempre habrá una justificación universal para poder aplicarlos universalmente, sin excepciones, sin salvedades, sin distinciones, sin contrapartidas… ¿podrá ser eso posible? No. La historia ha demostrado que la evolución ha desvirtuado los principios exclusivos, y que la universalizabilidad no es una garantía para pensar que las consecuencias van a ser equilibradas. Pensemos en nuestra guerra civil, vista como cruzada; las consecuencias fueron irreparables y nada imparciales. Pensemos en la política económica europea cargada de autoritarismo sobre los débiles y sin remover los principios. Pensemos en esos que cumplen órdenes, como los antidisturbios: en qué cojones piensan cuando actúan, cuando sacan a la gente de sus casas arrastrándolos.
Es un grave error creer que la ausencia de unos principios establecidos equivaldría al caos. Tampoco creer que la razón debe su esencia a la completa universalidad es una justificación para imponer (mediante la voluntad) la ley, la autoridad y el orden universal.
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