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Me acuerdo cuando se criticaba a los chinos porque no podían tener los hijos que querían (cualquier cosa valía para hablar de falta de libertad, aunque aquéllo era una cuestión demográfica). En España la cuestión no es demográfica, es vaginal. La ministra Ana Mato, famosa por sus fiestas infantiles en las que gastaba unos 43.000 euros en luz, sonido y galguerías, dice que la reproducción asistida es sólo para las que hayan practicado al menos durante un mes el coito vaginal sin resultado de embarazo. El resto de las mujeres que se lo paguen ellas porque la inseminación no es un problema médico.
Qué subyace en este planteamiento. Subyace algo más que una cuestión ideológica, que lo es. Hay una cuestión moral, de moral religiosa, de moral religiosa católica. Ya sabemos que el Opus lo quiere todo natural, sin anticonceptivos y sin inseminación, y esto es porque los procedimientos artificiales son malévolos y pecaminosos.
La ciencia es una cosa, y la conciencia es otra. Bien, de acuerdo, todo esto está muy bien, lo que no está tan bien es el “por tanto”: por tanto todo lo que no se ajuste a mi criterio lo prohíbo; y si no puedo, lo complico para evitar que se haga. La vieja manía de prohibir lo que no me gusta.
Además hay un claro caso de discriminación social con respecto a mujeres que no quieren o no tienen por qué tener coito vaginal, y sí desean ser madres. Para que se entienda de una puta vez: hay muchas mujeres que quieren ser madres sin ser esposas o pareja. Lo del pago es una excusa que no logra ocultar el deseo de represión. Además la falacia del ‘problema médico’ se basa entre otros falsos supuestos en el de que no hay lesbianas estériles, por ejemplo.
Ni todas las lesbianas y transexuales son fértiles, ni todas las madres tienen pareja, ni se necesita el coito vaginal para ser madre, ni hay casos exclusivos. Queremos diversidad, no paso de la oca, señorina.
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