CÓMO SER BUENOS (adiós a Platón y derivados)

Ayer, buscando otra cosa, levanté un par de libros y una carpeta y encontré un folio con un título que decía “Cómo ser buenos”. Posiblemente quedó en blanco sobre mi mesa porque no tuve por qué escribir algo para contestar sino hacer algo que mereciera aprobación y reconocimiento por los demás. Y eso porque la pregunta tiene un carácter práctico debido a la palabra “cómo” que indica de qué manera podemos actuar para que merezcamos ser calificados como tal. Esto estaba pensando mientras miraba la blancura del papel que parecía decir: anda, vete por ahí, porque si escribes algo la vas a cagar, vas a ser como esos curas que todos los domingos por la mañana dicen a la gente lo que tienen que hacer y pensar. No escribas y échame encima algo para que no caigas en la tentación porque, te aseguro, meterás la pata. Cuánto innoble ha estado trazando sobre una superficie como esta palabras que nada dicen porque nada de ellas puede entenderse; sobre todo si ese innoble es filósofo o teólogo.
Ayer quise desobedecer la tendencia de ese papel que habla (que no es otra cosa que yo hablando como si fuera un papel en blanco) y empecé a escribir lo que sigue: “Si conocemos el Bien, seremos buenos (dice Platón) ¿Qué es el Bien?”. Y ahí me quedé. El error principal es que Platón cree que el Bien existe, que el Bien está en el mundo como una idea a la que hay que imitar para poder ser buenos. Ahí me quedé, en qué es el Bien, porque si sigo creyendo que el Bien es un algo-tal-que y además es supremo, entonces todo lo que diga a partir de ahí es falso. Y es falso porque cometo el error de admitir una idea como un hecho, como si esa idea ocurriera; y no es así.
Cómo ser buenos, entonces. Pues simplemente viviendo con la gente bajo el signo de la prudencia en vez del deber, y utilizando la imaginación, en vez de la obligación, para construir formas de vida en las que poder resolver conflictos -> porque los proyectos imaginativos son fruto de nuestra libertad, y no de una experiencia impuesta. Se precisa sólo ampliar la felicidad y ensanchar nuestros creencias porque, en realidad, no hay malos deseos: de un sistema de creencias elaborado en libertad jamás puede surgir un mal deseo, sino bueno. Y cómo puede llevarse esto a cabo: simplemente llevando la tolerancia y la democracia como forma de vida.

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