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No cree el filósofo francés François-Lyoyard (1924-1998) en los llamados metarrelatos (los discursos en los que creemos por su estandarización y comodidad) porque buscan un sujeto legítimo y para ello unifican verdad/justicia como momentos del devenir del Espíritu (Hegel); y porque cree que las causas que producen estas unificaciones provienen tanto de la pérdida del espíritu científico, mediante conocimientos que desplazan sus fronteras, como de la imposibilidad de un discurso universal, dado que la ciencia no puede legitimar todas las formas de conocimiento y acción.
Hay dos motivos por los que Lyotard habla así: primero porque el consenso verdad/justicia es un estado de las discusiones, pero nunca el fin de ellas; y segundo porque la pluralidad de juegos de lenguaje (formas de hablar) impide que haya unas reglas universalmente válidas para la discusión.
Además, el ejemplo moderno (el discurso de la modernidad en el que se instala Occidente) ha quedado liquidado con el ejemplo del Holocausto –concretamente habla de Auschwitz-, y con la tecnocracia capitalista que ha dado al traste con la Modernidad y la finalidad universal de la historia humana (en la que se instalan los discursos de Obama, Rajoy, Cameron, Hollande, Merkel, etc. –no oímos a Putin-, ya sabéis, eso de los valores universales y de los principios).
Termino, siguiendo a Jacobo Muñoz, con las consecuencias que nos puede acarrear la pérdida de la ansiada universalidad. Para Lyotard éstas pueden ser negativas, pero también positivas: entre las primeras, la de no haber un metalenguaje para los distintos juegos, y también por el hecho de que la ciencia ha abandonado al hombre para hundirse en el positivismo (de este modo el proyecto del sistema-sujeto es un fracaso). Entre las segundas, las positivas, el aumento de la complejidad, que ha dado pie a una ampliación del ámbito de lo que puede decirse, saberse y así a una adaptación a nuevos medios (lo que llamamos en la izquierda ‘alternativas al sistema’), y con ellos a la creación de los discursos postmodernos.
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