|
|
| PUBLICIDAD
|
Al entrar en el bar no pude evitar fijarme en aquella mujer,
se había sentado en el lugar de la barra que yo ocupaba todas las tardes.
Busqué un taburete que se encontraba a la separación suficiente para no incomodarla,
pero a la distancia necesaria para que advirtiera mi presencia.
Ella escribía sin parar, y aunque apenas levantaba la mirada,
supe de alguna forma que me había visto sentarme
El camarero me sirvió la copa de siempre
- ¿Cómo va la tarde?
Con un gesto le indiqué que todo estaba correcto.
No me gusta hablar con los camareros,
puedes acabar contándoles tu vida
Puse mi libreta en la barra como hacía todos los días.
Esa tarde estaba dispuesto a encontrar un poema,
que llevaba meses huyendo de mí.
Pensé que aquella mujer podría servirme de inspiración.
Era guapa, más joven que yo.
Tenía cierto aire distinguido, elegante,
me cautivaba aquella piel tan blanca.
Aunque estaba sentada se podía adivinar que tenía un buen culo,
no grande, pero sí bien marcado, al menos así quise dibujarlo en mi cabeza.
Imaginé también aquel pelo largo y liso cayendo sobre su cuerpo desnudo,
esa imagen sería un gran regalo para el afortunado que lograra contemplarlo.
De un trago vacié mi vaso y con un gesto le indiqué al camarero que me pusiera otro
- Te puedo invitar a una copa – Le dije a ella intentando ser amable
- ¿Para qué?
- Para brindar por los que a pesar de todo seguimos escribiendo en los bares - Sonrió
- Brindemos por ellos
Tuve el atrevimiento de acercar mi taburete un poco más. A ella no pareció molestarle
- ¿Qué buscas en esa hoja? – Le pregunté
- Yo no busco nada. Solo me despido
- No me gustan las despedidas, siempre son tristes.
- Solo ha sido mi pareja por unos meses. Me he cansado
- ¿Follaba bien? – No debí preguntarle eso. Fui un maleducado. Me miró fijamente, con el rostro serio. Pensé que me iba a mandar a la mierda inmediatamente pero entonces miró su vaso mientras jugaba con él dibujando figuras húmedas en la barra. Finalmente sonrió y me preguntó
- ¿Tú crees que si hubiera follado bien lo habría dejado marchar?
Reímos y brindamos por él hasta vaciar nuestros vasos
- Te quiero invitar a otra copa. En mi casa tengo un whisky escocés que te encantará
- Aún no me has contado que buscas tú en esa vieja libreta
- Un poema que me abrase la garganta, palabras con cuchillas. Un verso empapado de rabia, borracho de lujuria, que se alimente de alguien como tú para devorar a alguien como yo
Me miró en silencio. Sentí verdadero pánico porque pensé que se iba a reír de mí
- Veamos si ese whisky que tienes en tu casa merece la pena
Yo vivía cerca y en pocos minutos estábamos los dos sentados en la mesa
- ¿Te gusta Jimi Hendrix? – Le pregunté posando con delicadeza la aguja sobre el disco
- Supongo que servirá
Mientras bebíamos le hablé del amor, ese sentimiento que muchos dicen que mueve el mundo pero que en realidad está vacío, no existe, solo es una puta mentira más. Perdemos la vida buscándolo, nos convertimos en prisioneros que se encadenan a sus parejas y se arrastran por conseguirlo, renunciando a ser nosotros con tal de alcanzarlo, cuando en realidad, no somos verdaderamente libres hasta que desistimos de encontrarlo.
Con gesto serio miró más allá de la ventana y comentó
- Las cosas que nos dibujaron como maravillosas, en realidad nacieron muertas
Estaba triste, decepcionada. Quizá por eso estaba allí, en mi casa, con un hombre mayor que ella, un borracho que acababa de conocer y que decía ser poeta. Le toque el pelo con mi mano. Era suave
- No todo está muerto, míranos a nosotros, la amistad brota en cada nuevo encuentro, ahora solo hay que saber cuidarla
- Y tu whisky parece una buena forma de regarla
- Puede decirse que sí
- Me hablas de la amistad pero ¿Y el sexo, para qué sirve?
- Cuando estás follando con una persona tienes una buena oportunidad de demostrarle que la respetas, que la comprendes, que deseas que goce contigo. Puedes transportarla a ese lugar donde tu boca, tu polla y tus manos la inunden de placer hasta casi hacerle perder el conocimiento – Hubo un pequeño silencio - ¿Quieres otra copa?
- Mejor la dejamos para después ¿Dónde está el baño?
Se lo indiqué mientras miraba como su cuerpo caminaba aún con cierta elegancia a pesar de haber bebido demasiado. Al llegar a la puerta se detuvo, y sin girar la cabeza me dijo.
- Salgo enseguida, espérame en la cama
Siempre me costaba dar este último paso. A veces por miedo a precipitarme dejaba pasar el momento y acabábamos durmiendo la borrachera en el sofá. Normalmente, después me despertaba yo solo, bueno, con mi resaca y una botella vacía sobre la mesa.
Salió del baño completamente desnuda. Su pelo caía sobre su cuerpo esbozando en la penumbra de la habitación una figura que rebosaba sexo por cada una de sus curvas. Quise decirle algo, no sé, un piropo. No fui capaz de encontrar ni una sola palabra.
Follamos durante toda la tarde. El mundo y sus miserias se habían quedado fuera de allí. Recorrimos hasta el último rincón de nuestros cuerpos. Nos descubrimos centímetro a centímetro, gimiendo, sudando. Nuestras almas, si se pueden llamar así, se enzarzaron en una avalancha sexual que nos arrastró a un universo donde solo existía el placer.
Tumbados sobre la cama mirábamos el techo intentando calmar nuestra respiración agitada por el último orgasmo. Sin mirarme pregunto.
- ¿Has encontrado tú poema?
- No, pero ha merecido la pena
- Me habría gustado conocerlo
- Él a ti ya te conoce ¿Quieres una copa?
Bebimos hasta que la noche se cansó de escuchar a dos borrachos que por una tarde creyeron ser los dueños de su universo.
K Prado
|
