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Opinión - Juan Marcelo
(La Regadera) - 31/05/2020

LA MASCARILLA

La mascarilla, sin embargo, no nos evita que la cara nos pique y nos rasquemos por encima, por debajo de ella y hasta detrás de las orejas que nos ha quedado para envidia a cualquier elefante que se precie

Almeria 24h
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LA MASCARILLA


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Poco a poco nos vamos conociendo todos con la mascarilla puesta. Al principio costaba identificar a quien nos saludaba con la cara tapada, acostumbrados a ver a las personas a cara descubierta…, a pelo, como dice vulgarmente el vulgo rayando la vulgaridad. (Acordaros de mi libro rechazado por frases como esta) A muchas personas con las que te cruzas en el pueblo sólo las conoces de vista, pues nunca has hablado con ellas. Los primeros días de uso de la mascarilla no identificabas a unos y a otros a simple vista. Ahora ya no sucede eso. Tal vez cuando nos quitemos las mascarillas nos costará también un tiempo identificar a los conocidos a cara descubierta. Posiblemente, cuando se las quiten, serán unos extraños. ¿Pensaremos entonces "no sé de qué me suena esta cara" El Gobierno recomienda las mascarillas al salir de casa, sobre todo en lugares públicos y especialmente en el transporte público. (No especifica que no habiendo público, dudan a quién aplaudir) pero no obliga a su uso porque hay colectivos que tienen dificultades para usarlas y se ponen el elástico en la nariz y la protección en las orejas, así, - para disipar males entendidos - media población las usa y otra media no.

Llevar mascarilla para prevenir el Covid-Ocio puede ser útil y a veces, arriesgado, ya que un uso excesivo también tiene riesgo de padecer dermatitis, la aparición de hongos y por mucho que intenta disimular algunos, hasta el grado de imbecilidad como testimonio. En estos momentos en los que hay que evitar la propagación del virus no conviene tocarse la cara y la mascarilla impide que nos la toquemos tantas veces como solemos hacerlo ya que sigue en su lugar. Algunos estudios dicen que nos la tocamos - las mascarillas, especifico unas 300 veces al día, otros entre 1000 y 3.000, cifra última de los propensos a botellones, por instinto o porque nos pica después de lavarnos las manos con el jabón Kiriko.
Es difícil contar las veces que nos tocamos porque a menudo ni nos damos cuenta. Frotarnos la frente o los ojos resulta además muy relajante y más si ese masaje te lo da Elsa Pataki. La mascarilla, sin embargo, no nos evita que la cara nos pique y nos rasquemos por encima, por debajo de ella y hasta detrás de las orejas que nos ha quedado para envidia a cualquier elefante que se precie. Se nos ha advertido de que tocarse la cara es abrir la puerta a la entrada del virus y otras enfermedades infecciosas. La razón es que tocamos todo con las manos - algunos, con los pies- y luego nos llevamos los microbios a los ojos y a la nariz. En un sitio he leído como remedio tocarse la cara con el dorso de la mano, con el codo, o con el dedo gordo del pie, esto último catalogado como Gimnasia Extrema. Pero es muy complicado no tocarse la cara cuando nos pica porque numerosos ácaros viven en los poros de nuestra cara, entre nuestro cabello y hasta en nuestras partes decorosas buscando una pared en penumbras para rascarse y pasar desapercibido/ a no sucumbiendo a la indiscreción de los demás.

Demodex, es el nombre de la población de bichos que viven a nuestras expensas sin IVA incluida en nuestra piel y que afortunadamente no los vemos, porque son una especie de monstruos microscópicos, invisibles a nuestra vista: tienen ocho patas cortas y rechonchas modex impuesta por Abascal y su cuerpo es alargado tipo Xavier García Albiol. Aprovechan la noche, mientras dormimos para quitarnos sueños eróticos mientras ellos se aparean para eliminar competencia y luego vuelven a nuestros poros exhibiendo el éxtasis pertinente. Tienen algo bueno, y es que limpian la piel muerta de nuestros rostros - exceptuando los caraduras - y se comen bacterias dañinas para nuestra piel. A la fuerza nos tienen que picar sino su misión sería algo baladí como tañendo cacerola en manos y pasear con su Mercedes y chofer por las calles.

En realidad – apartando el humor por la gravedad del asunto, algo que asumo a regañadientes, consejo de mi regadera - el alivio sería que cada uno de nosotros tuviéramos presente nuestro papel en el tablero nacional. Que se respetara el del resto y que percibiéramos que al rival no es enemigo, aun consientes de que hay rivales que siempre presentan batallas desde lo absurdo. Hay que aprovechar nuestras certezas y la capacidad de no ofuscarnos con nuestras limitaciones porque con total seguridad, tiene un porcentaje prometedor de más aciertos eliminando barreras. Los ciudadanos, que debemos leer mucho más y ser más exigentes, agradeceremos sin duda aquel día en que todos, al levantar la vista, veamos lealtad hacia el pueblo entendido no en el sentido ideológico del término, sino en el real. En el de una comunidad en la que confluyen intereses y anhelos de derechos y libertades donde la mascarilla solo ha sido un apósito necesario y hasta molesto pero también ha servido para adquirir algo de conciencia colectiva. Que no sirva el desmadre, el declive social que algunos se proponen desde la irresponsabilidad para quitarnos las ganas de salir.

Juan Marcelo




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