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Opinión - Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor - 12/07/2020

Artos. Economía y Medio Ambiente

"tenemos otros linces en la provincia de Almería que poca gente conoce, como el fartet o la cerceta pardilla, y a los que seguimos empujando, en nombre del progreso, hacia la extinción"

Almeria 24h
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Artos. Economía y Medio Ambiente


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Uno de los clásicos y eternos debates de la especie humana, cómo favorecer la economía sin destruir el medio ambiente, se ha vuelto a poner sobre la mesa, aunque lo que estemos discutiendo sea si se ha autorizado, quién ha firmado más informes favorables, si provocará el efecto castillo de naipes, si es turismo sostenible. Aspectos que dan un poco igual porque lo único que importa es si es legal, como si las leyes fuesen palabras divinas, justas, indiscutibles e iguales para todos.

Un tema, el del hotelito, que dará mucho que hablar y del que probablemente estén un poco cansados, así que pondremos otro ejemplo: los artales del poniente. Seguro que no habrán escuchado hablar de ellos porque no ha tenido ninguna repercusión en las redes sociales, ni en los medios de comunicación. La despensa de Europa no tiene tanto glamour como la terracita con vistas del Cabo de Gata. Quizás si alguien hubiese escrito un titular como “En Almería se están matando linces y arrasando la Amazonía ” la cosa sería diferente.

Aunque parezca un poco exagerado, y salvando las distancias, eso es más o menos lo que está pasando, lo que ocurre es que a los animales les tenemos más cariño que a las plantas, aunque pensándolo bien tenemos otros linces en la provincia de Almería que poca gente conoce, como el fartet o la cerceta pardilla, y a los que seguimos empujando, en nombre del progreso, hacia la extinción.

El problema de los artales es que crecen desde hace miles de años en el lugar donde, en los últimos sesenta, han proliferado los invernaderos, así que, como parece que son dos cosas incompatibles, hay que arrancarlos, casi siempre con nocturnidad y alevosía. Para entendernos, y en la línea de buscar titulares llamativos, lo que hemos hecho ha sido arrasar nuestro bosque para favorecer la agricultura, algo que cuando lo anuncia Bolsonaro nos preocupa mucho. Por desgracia nuestros artales, formados por arbustos con pinchos, no son tan atractivos como las grandes selvas amazónicas.

Como la belleza es relativa, por su importancia, entre otros grandes servicios ecosistémicos, como captadores y sumideros de CO2 y por ser pequeñas islas de biodiversidad donde se refugian la fauna auxiliar útil para controlar las plagas, el arto negro, Maytenus senegalensis, está catalogado como Vulnerable por la legislación autonómica, aparece En Peligro en el Libro Rojo de la Flora Andaluza y como “ecosistemas de interés comunitario” por la Directiva de la Unión Europea sobre la Conservación de los Hábitats Naturales y de Fauna y Flora Silvestres.

Pese a que son ecosistemas singulares de gran valor para la conservación y solo los podamos encontrar en nuestra comarca, y de forma residual en algunos puntos de Murcia y Valencia, seguimos acabando con ellos aunque se incluyesen como Lugar de Interés Comunitario dentro de la Red ecológica europea Natura 2000. Figura para la que se ha pedido su descatalogación y poder construir un puñado de naves comerciales más, algo inaudito en la Unión Europea, pero que nuestra justicia ha tenido a bien plantear a pesar de sonar a disparate.

Es curioso que la justicia haya dictaminado, mientras se dirime, que no se puede llamar LIC a los artos de El Ejido, sin embargo ningún juez ha paralizado, para comprobar si todo está en regla, los movimientos de tierra en Santa María del Águila para construir otro invernadero. La diferencia es que en la descatalogación hay una denuncia del propietario, del capital, y en el otro una simple denuncia pública de científicos y grupos conservacionistas, así que mientras se discute quién defiende el bien común, se siguen arrancando artos, y luego, si alguien denuncia judicialmente y se demuestra que se hizo de forma ilegal, se pedirán disculpas, o no, se pagará la multa y a producir.

Un debate perdido al que yo incluiría otras preguntas: ¿Tenemos la responsabilidad los habitantes del poniente de conservar ecosistemas tan singulares? ¿El derecho individual está por encima de la conservación del medio ambiente? ¿Deben las administraciones locales hacer cumplir las leyes europeas? ¿Hay agua suficiente para seguir construyendo más invernaderos? ¿Son beneficiosos los artales para la imagen y productividad de los invernaderos? ¿Puede coexistir la economía y el medio ambiente? ¿Qué ocurrirá con nuestra tierra cuando dejemos de ser la despensa de Europa?





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