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Mi profesor favorito, Cojonciano Ceropelotéz, nos advertía que el “día que sepamos cuantos apellidos Díaz existen en el Planeta, ese día precisamente, se acabara el mundo porque ya tendremos los Díaz contados. El vecino, Pringao Pardilléz, goza del Canal-Plus pirata. Dotado de un intelecto superior a la media normal, llamo a dicho Canal con el propósito de alquilar una película porno.
El amigo, Erecto Pollardéz, gran fumador, exclamaba que él no estaba infectado ni propenso a diseminar un virus. Que es un bulo lanzado por el Gobierno en resulta que con el humo, matamos. Curiosamente, matamos con la misma droga legal con la que ese Gobierno se financia. Parece ser que pasamos a lo “políticamente correcto “a lo “políticamente saludable”.
-Vamos a lo serio… - me recrimina mi regadera con gesto cansino.
-Vamos – accedo sin mucho entusiasmo – La doctora y amiga, Sacrificada Malpagada, me aleccionaba sobre hechos y datos sobre pandemias y demás postres. Sobre el invisible enemigo al que hoy nos enfrentamos. Me decía: “A diferencia de un ser vivo, un virus es una entidad inepta e incapaz de replicarse por sí mismo. Únicamente puede hacerlo mediante la maquinaria presente en las cédulas del huésped que infecta. Un virus, no sabe el porqué le llaman así ni el daño que induce. No tiene conciencia de lo que causa; lo que él significa, ni mucho menos un propósito. Un virus es simplemente un entorno tipo Abascal que provoca mucho daño sin saberlo. Además, concretamente, un virus requiere de nuestra ayuda (directa o indirectamente) para contagiar a otros. Por si solo es incapaz”
-Algunos aluden que podemos contagiarnos por el aire y que se lanzan a por nosotros en paracaídas. ¿Es cierto?
-“La OMS, estudia la posibilidad que se trasmita vía aérea ahora que la Compañía RYNAIR funciona a medio gas pero aún no tienen firmes evidencias aunque insisten en lugares con mucha gente y mal ventilado, sin embargo, expertos, niegan la existencia de contagio por el aire por respirar simplemente en la calle. Claro que debido a estas magnitudes de desinformaciones y disyuntivas, la gente hasta prefiere no respirar aguardando un resultado claro de la situación, escenario que unos soporta encerrados y otros bailando en la calle y que debido a nuestra idiosincrasia, lo hacemos más llevadero con nuestra innata resignación acompañada de nuestra legendaria irresponsabilidad. Dificultades para calibrar esa conducta, el filósofo griego, Darporculuus Konstante, ya predecía en su tiempo: “La inquietud de la conducta humana - que ya nos viene desde que Platón confeccionaba la lista del menú - presenta más interrogantes que certezas; más enigmas que evidencias”
-Todo eso está muy bien, pero el virus que…
-…Pesao te pones…! ¡Insisto que el virus no tiene sentido sin nosotros! ¡Que somos nosotros lo que lo replicamos y lo trasmitimos a otras personas! El virus es un “toxico sofisticado” por lo tanto es un veneno que envenena a los demás. El virus, puede ser tú, yo, aquel y hasta Espinosa de los Monteros ya que el contagio depende de nosotros convirtiéndonos en aliados del bicho. Que nadie está seguro si no lo estamos todos, quizás por ello, siempre estamos liderando el pódium de los grandes desengaños y hasta fracasos. Estamos jugando con fuego y si tenemos que volver a un segundo confinamiento general, la situación va a ser nefasta y veremos con cierta expectación y extrañeza como los únicos que se han salvados han sido los que se apellidan Díaz.
Juan Marcelo
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