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Me encuentro en el Paseo Marítimo de mi Carboneras al vecino, Reseco Viril, y me pregunta, - debido a las guerras surgidas entre laboratorios - si es cierto que ya han visto en los expositores de Mercadona la vacuna Covid-19 Hacendado y sobre un mensaje de mi amigo Miguel Parra en el asunto que los españoles contabilizan siete polvos a la semana y que debido a ello, me confiesa que su autoestima, bastante deteriorada últimamente, navega por los suelos y se va por un tiempo a Granada a ver si tiene algún “estremecimiento” de vez en cuando. En fin…
Mi profesor favorito, Cojonciano Ceropelotéz, nos aleccionaba aquellos días sobre las desventuras que tiene la sociedad cuando vislumbra un caos que conlleva sufrimientos. “Hay que tener la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida. Transformar el dolor en fuerza motora para alzarse y fortalecerse para salir de ellas. Una persona valiente comprende que es el rotor de su propia alegría y de su propio destino, Si no es así…, protegeros las espaldas por los palos qué vais a recibir…”
Nos recuerda mi profesor un episodio donde la Peste Negra causo más de 25 millones de muertos en Europa. Las personas y algún que otro peatón, cayeron en la desesperación y resignados a morir, se entregaron a una vida de despilfarro similar a un cargo público que siempre acierta la Lotería y orgias desenfrenada que haría las delicias de Nerón después de despojar de extintores Roma.
Unos se aferraron – debido a la cantidad de muertos - a crear Hermandades, futuras algunas ONG que son libres de pagar impuestos, y otros pasaban las horas en manifestaciones llamadas negacionistas ajenos a esa Peste, pero desprendiendo un tufillo pestilente. Los más clericales; superar esa pandemia para intervenir en un futuro de tertuliano en 13-TV.
Datos a considerar es que los métodos empleados para controlar esa Peste Negra fueron medidas fitosanitarias como la cal viva y el fuego. Eran enterrados en fosas comunes ya que los entierros religiosos propagaban la enfermedad, aunque no se preveía un Prior desbocado. Esa Peste Negra, también llamada bubónica – no confundir con borbónica - era una infección bacteriana grave transmitida principalmente por las pulgas y ratas que abundaban en las calles y algún que otro palacio.
Pienso que hoy en día, es muy lógico y hasta fehaciente que la pandemia que estamos sufriendo, se da ciertas aproximaciones y similitudes a lo ocurrido en la Edad Media en consecuencias por una parte que vemos de irresponsables que desoyendo las recomendaciones, avisos y normativas para evitar el contagio, se deslizan por las calles organizando fiestas y botellones, y otros, exponiendo su insolidaridad ciudadana, se saltan el turno de vacunación establecida secundando a cualquier Obispo que se precie inoculándose su vacuna-jeta para recortar esa ayuda a quien más lo necesita.
Cargos públicos que se vacunaron antes de esperar el test-anal que culminarían su satisfacción cuando nuestros profesionales, los que nos cuidan, carecen de medidas efectivas para su protección.
Esta pandemia global, - que nos ha puesto a todos logrando que Cuenca mire hacia nosotros - ha puesto de cara a la pared los sistemas sanitarios de todo el mundo y obligarnos a recluirnos a más de un tercio de la población mundial. Ha dejado las previsiones económicas esparcidas en el aire y comunidades en la pobreza más trágica e infausta, pero toca reinventarse y hacer las cosas de otra manera.
Esa vuelta a la “normalidad” debería ser otra normalidad muy distinta, sobre todo, preguntándonos como queremos que sea el mundo después de superar esta crisis y tener en conciencia si hemos aprendido algo. Algunos, previsores ellos, no necesitan un método de empleo futurible y ya se vacunan antes de tiempo sin esperar su turno. Personas que se creen que sin ellos no tendremos futuro y se preparan para abordarlo con plenas garantías de presencia: los demás, que esperen…mientras, en este retiro nada espiritual, me pregunto cuántas olas pandémicas son legalmente las permitidas en espera que ese test-anal nos permita a todos, lejos de plantar un árbol…, subir en globo.
Juan Marcelo
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