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Cada vez son más las personas que viven esta “realidad”, impuesta por los gobiernos y difundida por los medios de comunicación, de forma recelosa. Desde hace ya algún tiempo se vienen produciendo una serie de sucesos que contradicen el relato que nos han contado sobre esta pandemia.
Podríamos poner muchos ejemplos, pero en este caso nos hemos propuesto simplemente contar una historia que puede dar la vuelta a la “información oficial” y desvelar que es lo que está pasando realmente.
Todo comenzó una mañana en la que un técnico de instalación y mantenimiento de antenas de telefonía móvil 4G y 5G, se decidió de forma valiente a incumplir la orden que lleva desde hace más de año y medio impuesta para todos los operarios de estas instalaciones. Esta orden dice concretamente que “Queda terminantemente prohibido abrir las antenas. En caso de avería se debe enviar la antena al completo y sin manipular, al almacén central”.
Se desconoce a día de hoy si lo hizo más por curiosidad o por conciencia social, pero la cuestión es que él decidió por su cuenta y riesgo, contraviniendo las estrictas normas a las que estaba sujeto, abrir la pequeña caja negra que tienen incrustadas estas instalaciones en la parte trasera. La sorpresa que se llevó fue mayúscula pues en el interior descubrió un pequeño sobre con las letras COVID-19 escritas en la etiqueta. En el interior de dicho sobre había como una especie de polvo negro extremadamente fino que tocó con el dedo y se lo acercó a la nariz para comprobar si este desconocido material tenía algún olor familiar que le pudiera dar una pista de su procedencia. Según se confirmó más tarde, algunas de aquellas finísimas partículas se introdujeron directamente en su sistema respiratorio para terminar alojándose en el interior de sus pulmones.
No habían pasado ni dos minutos cuando el operario comenzó a sentirse mal, le costaba respirar y la vista se le nublaba por momentos. Sacando fuerzas de dónde ya no había, logró alejarse de allí y encontrar la libreta dónde anotaba cada día su diario de trabajo. Necesitaba contar lo que había visto, que el mundo supiera lo que estaba pasando.
Casi sin fuerzas para sujetar el bolígrafo logró terminar un breve pero aclaratorio texto y arrancar la hoja justo antes de derrumbarse en el suelo. El cuerpo fue descubierto poco después por un compañero quién avisó a los servicios médicos aunque ya era demasiado tarde.
El hecho de haberse producido la muerte en aquellas extrañas circunstancias hizo que fuese un juez, del juzgado de guardia Nº 32, el que acompañado de un forense hiciera el levantamiento del cadáver. Al observar minuciosamente al operario fallecido vieron que su mano derecha sujetaba con fuerza una nota escrita a mano. El forense, protegido por unos guantes, sacó lenta y cuidadosamente aquel papel arrugado para entregárselo al juez, quién lo leyó en voz alta y pausada. La nota decía lo siguiente “Sigue creyéndote todo lo que sale en Internet que llegarás muy lejos...”
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