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Lecturas: Baruc 5,1-9; Salmo 125: El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres; Filipenses 1,4-6.8-11 y Evangelio de S. Lucas 3,1-6.
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En términos periodísticos una buena noticia no suele ser una gran noticia. No impacta. Suele pasar desapercibida. Que un perro muerda a un hombre puede ser algo lamentablemente corriente. La noticia es que un hombre muerda a un perro. Sin embargo, seguimos estando necesitados de buenas noticias, de buenos periodistas e inmejorables seres humanos. Nada de espejismos u optimismos varios que son el fruto de buenas voluntades que buscan camuflar la dureza del presente y atenuar la incertidumbre del futuro.
La venida de un Dios que se nos manifiesta como Amor sigue siendo un hermoso recordatorio de una verdad que ha transformado el mundo y espera pacientemente impregnar nuestro corazón. Estos días del Aviento (adventus Redemptoris) han de ser vividos como gozosa esperanza de un Amor que se ha hecho realidad en nuestro mundo.
Un acontecimiento para todos, como incansablemente subraya el evangelista este domingo. La maestría lucana entrelaza la historia humana y la divina. Ambas van de la mano. No son senderos que caminan en paralelo, al contrario, se han fundido desde los criterios de la Misericordia y el Perdón. Citando a F. Herbert en la que considero la mejor saga de ciencia ficción escrita hasta ahora, nos decía en su magistral Dune: “La educación viene de las ciudades, la sabiduría del desierto”. Juan Bautista, un hombre carente de poder pero que es el único que escucha la Palabra de Dios, nos enseña que es al pobre al que hay que escuchar.
En ellos sigue gritando estridente y dolorosamente Dios. Su grito en el desierto viene a fertilizar nuestra vida. Hastiados de la presión constante a la que nos someten de modo persistente y que busca predisponernos a actuar de manera egocéntrica y materialista (Zygmunt Bauman), tenemos urgentemente que escuchar al Bautista: Preparad el camino al Señor. Abramos en canal el corazón para que Dios more en el. Fabriquemos senderos nuevos que incomoden a nuestro individualismo, descoloque nuestras comodidades. Despejemos nuestra vida de las seguridades en la que desembocan tantos de nuestros miedos. Allanemos los caminos que dificultan el encuentro con los demás. La vida es un proyecto. Tarea que hay que resolver día a día. El programa de Dios es el mejor objetivo para el ser humano. Es Adviento, no esperemos más.
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del Seminario
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