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Me inclino en la cama por las mañanas para levantarme de la misma…, o sea; me incorporo en la cama para facilitarme el ponerme en pie. (Últimamente me veo obligado a puntualizar mis actos) Me visto y una vez ya abandonado la cama, preparo mi desayuno con la simple idea de desayunarme. Una vez culminado el mismo, abro el PC, también llamado Ordenador, que siempre lo tengo desordenado y.…¡no se me ocurre nada! Me sale de pronto una máxima del escritor y periodista Juan Tallón que se me queda grabado en la memoria ya que coincide con la mía, “Para escribir nunca está de más llegar desde un bar”
Salgo de casa y me dirijo al Felipe en mi furgoneta que ya tiene 13 años y es que me gustan los clásicos. Cinco minutos me bastan para volver a casa con ideas renovadas. Abro de nuevo el PC que ya ha quedado claro que también se puede llamar Ordenador y encuentro un viejo artículo de cuando escribía para la Revista Cierzo de Teruel pero que deje de escribir cansado porque me exigían pagar mis últimos artículos y encima con el seudónimo de “El Cansino”.
Un paseo en autobús camino a la Redacción por la capital del Bajo Aragón y observo en que la mayoría de los pasajeros son viejos, abuelos que suben un escalón con dificultades quejándose de que le duele las rodillas. A trompicones, se sientan, suspiran y empiezan a hablar al tendido buscando públicos receptores de su proclama. “Es que me fallan más las piernas que las promesas de un político” si nadie le contesta, insisten: “Y nada, que no se me pasa”. Y siguen contando sus defectuosas taras física hasta que alguien recoge el guante: “Pues yo tengo el brazo derecho que no puedo estirarlo y que para ir a votar tuvieron que poner la urna en el suelo” “Pues a mi marido, jodido de la cadera, no puede utilizar el ascensor y le han puesto un tobogán ascendente desde la calle” A partir de ahí, empieza una bacanal dialéctica en compartir en voz alta sus pesares y dolencias. Cuentan su vida en verso, y pegan la hebra cuando pasan del consultorio médico al tiempo que hace. Del mejor Supermercado al más caro. Siempre están presentes los hijos, nietos y demás prole. Que lamentan que su hijo mayor quedara en paro y que no hay manera posible para obtener una pensión justa después de toda la vida trabajando como un mulo.
Después de tantos años, uno imagina que no son los mismos abuelos del autobús lo que han ido a manifestarse a Madrid y otros lugares de la Península. Son otros abuelos más recientes con sus zapatillas desgastadas, con sus congojas y con sus años de trabajo a las espaldas, pero perseverando y manteniendo su dignidad. Estos abuelos pensionistas esperanzados. Jubilados sin júbilos. Eméritos sin corona...
Lo que dudo es si más allá de las Campañas Electorales, les harán caso los políticos que no emplean autobuses sino coches oficiales. Aquellos que tienen la propiedad de salvarlos mediante Pactos, un Convenio hecho a medida de sus intereses y acuerdan que es un arreglo para acallar voces.
Juan Marcelo
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