Con nosotros y con los nuestros somos más indulgentes. Tenemos una facilidad pasmosa para absolvernos: “No me di cuenta”, “Es buena gente”, “Lo ha pasado mal y ha tenido un mal día”, “Necesitaba ese dinero”, “No encuentra el trabajo que se merece”
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¡Maricón, mentirosa, fascista, abusón, ladrón, progre, lianta, imbécil, vago…! Estas y otras “lindezas” lanzamos alegremente contra los demás, a los que me rodean, a los que nos son de mi “partido”. Con qué dureza juzgamos a los otros, con qué simplicidad los etiquetamos, con qué trazo grueso describimos al otro.
Con nosotros y con los nuestros somos más indulgentes. Tenemos una facilidad pasmosa para absolvernos: “No me di cuenta”, “Es buena gente”, “Lo ha pasado mal y ha tenido un mal día”, “Necesitaba ese dinero”, “No encuentra el trabajo que se merece” … ¿Os dais cuenta? Jueces implacables con el prójimo, psicólogos condescendientes con nosotros y los de nuestra cuerda. Esa es la dinámica perversa en la que habitualmente caemos. Una cruel inercia que condena a vivir la vida como una película de indios y vaqueros.
¿Os imagináis como sería un mundo con “matices”? ¿Un acercamiento a los demás con compasión? Yo sí. Y creo estar dispuesto a contribuir a ello. La tarea consistirá en hacer el ejercicio de tratar con respeto a los demás, de ponerme en el lugar del otro, de pensar que, seguramente, tuvo un mal día, que no fue su intención, que se equivocó… En el fondo, ser igual de indulgente con los demás que, a diario, soy conmigo.
Jesús, que es muy listo, se dio cuenta del paño y alertó de aquello de “Fijarse en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparar en la viga que llevas en el tuyo”(Lc 6, 41). Y no se puede decir más fácil, pero que escueza tanto. Como decía aquel anciano sacerdote: “No juzgues a los demás porque solo pecan de manera distinta a como pecas tú”.
En este comienzo de la cuaresma en el que se nos pide ayuno, hoy me/os propongo ayunar de la mirada inmisericorde, del cliché, del gatillo fácil, del juicio sin matices, de los colores sin gamas. Porque el otro es tierra sagrada que requiere de mí una mirada tierna, cordial, respetuosa. Porque mucho me temo que esto de la madurez espiritual tiene que ver con dejar los juicios implacables a un lado e intentar vivir con esa mirada llena de amor y ternura con la que nos mira el Jefe.
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería
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