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Tengo la innata costumbre de fijarme en todo lo que me rodea: Un añadido más a mi forma de sentir o sentir y ser un tipo búho que observa, pero no habla. Hace años que acecho con detenida perspectiva de extrañeza de una furgoneta blanca con letras verdes aparcada en cualquier acera de nuestro municipio donde reza la proclama de “Mato por encargo” La vida evoluciona y ya no se tiene porque camuflar la intención del propósito de dicho vehículo y sus responsables en que pueden librarte de aquel que en la mili te hacía la vida insoportable y te escondía el fusil. Secuencias nefastas de tu vivencia de aquel que siempre estaba en contra de tí. Las cosas claras sin tapujos y sin necesidad de actuar mediante mensajes solícitos de este servicio sin ineludibles encubiertos que mata por las solicitudes que les encomiendan donde pueden librarte de hasta los correctores de la RAE.
Una vez aposentada mis posaderas en este bello pueblo llamado Carboneras cuyo Paseo Marítimo es renovable cada año y sus calles rememoran al siglo xv, persiste en mi memoria de aquel editor que desechó mi libro – constitutivo de un best-seller – de un tratado de la “Metamorfosis de las ranas viudas” en consonancia con la furgoneta carbonera que podía paliar toda mi frustración y descargarla sobre el editor. Acudir a través de ellos a sicarios de digna responsabilidad y solvencia.
Me hubiera venido muy bien superar el trauma, aun existente, de aquel insistente compañero culpándome de entonar con fatal predisposición la canción “Tengo un tractor amarillo” cuando ignoraba la presencia de la furgoneta para contratarla. Leerme el libro más extenso del mundo – 3.031 páginas, “En busca del tiempo perdido” (Marcel Proust) – y mandarle el vehículo por el tiempo que perdí leyéndolo…, aquel cabrón alemán que me metió en Dortmund por dirección prohibida...
Habría que resaltar a personas que nos visitan y quedan prendados del rótulo de la furgoneta: Unos segundos de observación le bastaron a una pareja para que la señora mirara a su marido de reojo. Mi sobrina me confeso que su mente recordó a su profesor de Gimnasia Artística cuando la cateo por saltar el potro al revés. Pero no, la misión de esta furgoneta no es esa...
El rótulo de “Mato por encargo” es destinado a exterminar, por su abundancia, nidos de cucarachas; ratas no conformes con su actual hábitat; insectos que se alojan en nuestra vivienda acaparando el mando de la Televisión y hasta plagas de langostas no incluidas en la Dieta Mediterránea. Un menester necesario para que los impertinentes bichos sean exterminados o pasen a ser nuevos diseñadores del alquitrán de nuestras calles. Una utilidad encomiable y muy necesaria presta los responsables de este servicio de librarnos de estos bichos portadores de enfermedades aunque la ocurrencia del rótulo llama a indistintas interpretaciones dando curso a la imaginación cuando realmente ese servicio está destinado a la fumigación de sabandijas que altera nuestra seguridad en contraer enfermedades mediante la desinsectación y desratización y poner en marcha la fumigación y la desinfección lo cual mentes perversas no puede contratar ese servicio para desprenderse del cuñado que cuenta el mismo chiste en Navidad.
Una vez aclarado este entuerto, me encanta cuando aparcada en la calle Sorbas, no me canso de releer esa proclama admirando la ocurrencia, ingenio y agudeza de sus autores. ¡Grandes!
Juan Marcelo
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