“A medida del mundo” es el título que agrupa el proyecto de esta exposición individual de la artista Asunción Lozano, comisariada por Fernando Barrionuevo, que nace de una idea central: la necesidad de repensar el modo en que nuestros cuerpos median con el ecosistema que nos rodea. En la exposición que se presenta en MECA Mediterráneo Centro Artístico, del 8 al 28 de noviembre, se muestran fotografías, pinturas y objetos de medición, dispuestos como fragmentos de una narrativa que relaciona cada pieza como parte de un todo.
En primer lugar, las fotografías impresas a tamaño natural, funcionan como un parlamento de las cosas en el que se ponen en contacto: objetos, espacios y cuerpos, tratando de dimensionar cuantitativamente el espacio que queda entre los mismos. Las fotografías son acompañadas de piezas escultóricas construidas con fragmentos de las clásicas reglas de madera extensibles usadas por los carpinteros para el traslado de distancias. Las formas resultantes señalan el espacio relacional a través de valores numéricos, objetivos, equiparables en arbitrariedad respecto al usado por un sistema de medición reglado según las normas internacionales vigentes.
El protagonismo lo toman arboretum 1 y 2, dos piezas pictóricas de gran formato en donde se reconocen dos tipologías de árboles muy distintos entre sí en aspecto, forma y estructura. Sabemos que la estructura y la forma de un árbol, al igual que la de cualquier planta, viene determinada por las circunstancias particulares de su ecosistema, factores externos ambientales en los procesos de crecimiento, así como la codificación del material genético propio de su especie. A esta posible vinculación determinista con respecto a su apariencia, se le ha aplicado un sistema de medida igualmente arbitrario del que también participan todas las piezas de la exposición.
A lo largo de la historia de la humanidad los instrumentos de medición nos han permitido cuantificar minuciosamente todo lo que nos rodea para comprender lo que llamamos realidad objetiva. Los sistemas de medición estandarizados han conseguido mapear el mundo a nuestra escala humana. Creemos organizar con precisión la dimensión física de las cosas, sus aspectos tangibles y materiales como el tamaño, peso, longitud, estructura y volumen.
Podemos medir el mundo de forma técnica, teniendo en cuenta aspectos geográficos, distancias, dimensiones o fenómenos físicos. Incluso comparar los objetos entre sí, calibrar la proporción, la simetría o el volumen. El instinto de cuantificar el mundo nos ha llevado a establecer reglas y sistemas de medida, pero también categorías y comparaciones. Este trabajo busca pensar e interrogar las razones por las que los seres humanos necesitamos estructurar, ordenar y clasificar nuestro mundo circundante.
La exposición revisa esta premisa destacando la relación que establecemos como sujetos con los objetos y lugares que pensamos trascendentes y necesarios, elementos que nos acompañan en nuestra rutina diaria y que pasan desapercibidos por la ciencia y el conocimiento. La exposición propone otra manera de cuantificar el mundo ampliando la perspectiva como método, ideando un sistema de observación que abarque formas, fenómenos y relaciones que importan en nuestra experiencia cotidiana. En el proceso de preparación del proyecto se ha seguido la estrategia de no querer conocer del todo para seguir conservando el extrañamiento como objetivo último. Idear desde el arte reglas para medir el mundo sugiere una aproximación a un concepto más amplio y filosófico que el que abarca la ciencia tradicional. Se requieren nuevos estándares de medición a la hora de valorar el mundo desde perspectivas subjetivas o emocionales. Aún nos cuesta medir con precisión lo intangible que constituye el amplio espectro de experiencias que nos hacen humanos. No existe una vara de medir la emoción, la inquietud, el dolor o la satisfacción.
Los artefactos que se muestran en measurement rules, no solo están allí para ser observados pasivamente, sino que nos inducen a actuar como mediadores que pueden llegar a transformar nuestras interacciones sociales en el espacio expositivo. En 2005, Bruno Latour escribió Reassemblingthe Social, donde señala que la realidad social se construye a través de las interacciones y las traducciones que ocurren en estas redes. Esta perspectiva redefine cómo entendemos la naturaleza de lo social, ya que implica que los objetos, los instrumentos técnicos, o incluso los espacios, pueden influir y transformar los vínculos.
Las herramientas de measurement presentes en la exposición, podrían entenderse como “actantes” que sugieren una participación activa del espectador o un proceso de mediación, como agentes de un sistema de correspondencias en el que actúan, dejan rastros, trazan redes y mantienen la capacidad de afectar y ser afectados. La piedra del suelo que pisamos, un árbol solitario, una sombra proyectada, una nube pasajera, todo conforma la agencia de los objetos.
Todo lo que modifica un estado de cosas, actúa. Desde esta perspectiva, todas las interacciones facilitan conexiones, experiencias sensibles con el cuerpo o con cada vida, ya sea animal, vegetal, humana, mineral o de las cosas. Y entender el mundo desde esa complejidad supone enfatizarla idea de un nudo de líneas que se entrelazan unas con otras. Nudo como principio de unión de los seres en el mundo y la manera como éste se constituye y crece, dando origen a una malla como conjunto de vidas o líneas entrelazadas.
Representando la totalidad de los elementos y fenómenos que componen el mundo, en su infinita diversidad. Se trata de entender la multiplicidad, y de cómo cada cosa, por mínima que sea, forma parte del todo.
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