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Vista aérea rambla de El Saltador
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Como un avance de la aparición del próximo libro “Carboneras, siglo XXI”, creo de interés compartir con todos el estado actual de las pedanías de este maravilloso pueblo del levante. Después de tener el honor de compartir muchos días y muchas horas con los vecinos de cada una de ellas y constatar el estado actual de sus problemáticas, tengo que decir que, sobretodo, echan de menos la presencia de las autoridades municipales para compartir y dar solución a sus problemas y también echan de menos la solidaridad del resto de la población que, en muchos casos, ignoran la situación actual de cada una de las barriadas.
Con algunos matices, son tres los problemas fundamentales que sufren: la escasez de agua, los accesos a las barriadas y el despoblamiento. Ya hemos hablado en artículos anteriores cómo la escasez de lluvias y el agotamiento de los manantiales han convertido en auténticos eriales las fértiles tierras de antaño. La agricultura de Carboneras espera una segunda oportunidad de la mano del agua desalada que se produce en su propio término municipal.
Los accesos a las barriadas presentan grandes deficiencias, con carreteras que apenas permiten la doble circulación, carriles de tierra y en algunos casos, como el que vamos a comentar en este artículo, prácticamente inexistentes. En pleno siglo XXI las autoridades locales deberían apostar más y mejor por facilitar la comunicación entre sí y con la provincia de sus ciudadanos.
El despoblamiento es consecuencia de todo lo anterior. Los vecinos tienden a abandonar sus tierras, hostigados por las dificultades que el Parque Natural les ofrece, más que soluciones, y por la imposibilidad de cultivar sus tierras. Las barriadas presentan un paisaje desolador y sólo los extranjeros aprovechan esta circunstancia para comprar a bajo precio unas viviendas que luego alquilan y ofrecen en el mercado internacional. Contrasta la belleza del paisaje y lo apacible del ambiente con la soledad de los vecinos Es urgente tomar medidas y confeccionar un plan integral que rescate a nuestras barriadas y a sus vecinos de la situación en la que se encuentran. Por lo pronto, yo voy a aportar algunas.
El Saltador es una de las más bellas pedanías de la localidad, además de ser la tierra de origen de mi padre. Fue testigo de los primeros asentamientos humanos hace unos cuatro mil años a.C. La Rambla de El Saltador atraviesa su término y al mismo tiempo es su vía de comunicación con Carboneras. Un largo camino arenoso que se vuelve intransitable en época de lluvias, con las lógicas consecuencias de aislamiento, y peligroso y dañino siempre para los vehículos. Cuando hablaba con algún vecino de cómo hace más de 100 años los mineros de Peñas Negras, situada en El Saltador Alto, transportaban el mineral de hierro hasta los puertos cercanos, salió a relucir la posibilidad de evitar el camino de la Rambla por el que usaban los propios transportistas hace más de un siglo: cruzar la rambla por el paso que divide las dos cortijadas y seguir el camino paralelo a la rambla hasta el paraje de El Ventorrillo, justo por el otro margen de la misma. Pero hoy hay una posibilidad mejor y viable: atravesar la rambla por el mismo sitio, justo donde está la famosa cueva de “María la encantá”, con una sencilla pavimentación y continuar el camino que ya está casi definido hasta el cruce de la carretera de Carboneras a La Cueva del Pájaro. De este modo quedarían unidas por un firme las dos barriadas del propio Saltador Bajo: El Saltador Bajo y el Barrio Roto, como así sintomáticamente le llaman los vecinos a la otra parte de su barriada separada por la Rambla.
No es una obra costosa aunque requerirá probablemente la negociación del Ayuntamiento con algunos propietarios y la Consejería de Medio Ambiente, pero el resultado podría ser definitivo para evitar el aislamiento que en los últimos 10 años ha experimentado esta pedanía que en la actualidad está casi desierta. Debería continuarse su resurgir con un plan de agricultura y turismo sostenibles y devolver la pedanía al auge que tuvo no hace mucho tiempo.
Francisco Hernández Benzal
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