|
|
| PUBLICIDAD
|
Es importante para gran parte de los que pasan horas y horas en las calles del centro los días de feria emborracharse y dar lecciones de incivismo. Toda la siesta hasta bien avanzada la noche parece que no es suficiente para la mayoría de jóvenes que no entienden el ocio sin el alcohol y que alardean de resistir sin dormir si para eso tienen que impedir que los vecinos puedan hacerlo, hasta el punto de ignorar por completo que en esos edificios cuyos bajos les sirve de abrevadero viven familias enteras (niños, gente mayor, enfermos, y los que tienen que hacer algo la mañana siguiente).
Cuando terminan los gritos y los cánticos y empieza a clarearse el espacio aparecen las máquinas de la limpieza, descoordinadas y limpiando sobre limpio, dando vueltas sin ton ni son hasta el amanecer, mientras otras calles ni siquiera conocen la escoba. Primero con las mangas esparcen toda la basura y ya de mañana llegan otros y la barren; un disparate, es más: cuando, por ejemplo, la basura se apodera de los jardines, como en plaza Virgen del Mar, allí se queda porque eso corresponde a otro servicio, y a la gente que trabaja en el chiringuito que la genera parece no importarle demasiado que al día siguiente los clientes compartan su consumición con los deshechos.
Y si éramos pocos… cuando ya es casi media mañana y todavía la selecta discografía a base de Chunguitos, Romeros de la Puebla, Chichos, Los del Río, etc.no ha irrumpido para callar bocas, empiezan los curas dominicos con las campanas dale que te pego; posiblemente para demostrar no ya que Dios está en todas partes sino que si no fuera por la Virgen no habría fiestas, ni borracheras. No creáis que alguien tira de la cuerda, no; las campanas se mueven por electricidad y, claro, aquí el tiempo se prolonga lo que sea necesario porque no hay esfuerzo humano.
En fin, un sin vivir, un sin dormir. El año que viene más, don Luís Rogelio.
|
