LA FASCISTIZACIÓN DE LA POLÍTICA

Abrumado me quedé viendo algunos pasajes de la comparecencia de Pujol en el parlamento catalán. Vergüenza ajena me daba oyendo las broncas repetidas que daba a los parlamentarios, parecidas a los cabreos callejeros, las peleas en las gradas o las discusiones de tráfico. Allí estaban todos, ninguno con el semblante indignado, lo contrario, todos, izquierda y derecha, con ojos de asombro y algunos con verdadera sumisión en sus rostros. Increíble, no podía dar crédito a lo que estaba viendo: toda una puesta en escena consistente en una reprimenda para los osados que habían pedido que allí se vaciara contestando a las preguntas de los grupos políticos.
El tiro por la culata le salió a los que habían creído que llevando allí al ex presidente habrían conseguido vencer desde la democracia al mismísimo demonio. Nada más lejos: en un alarde de cinismo total, producto, creo, de un largo y meditativo ensayo, Pujol no sólo se veía a sí mismo fuera de todo lo imputado sino que llegó con la amenaza en la mano y dijo que si cortamos una rama al árbol pueden caer todos los nidos que soportan las ramas restantes. Y así sucesivamente… lo de ayer fue algo que no podría haber imaginado jamás. Pujol convirtió la insigne auctoritas del pasado en un presente autoritarismo cuartelero, en fascistización de la política.

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