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El esencialismo conlleva la consideración universalista, no sólo en relación con los humanos (todos ellos son en el fondo iguales), sino que además su apriorismo impide proposiciones explicativas, extraídas de la experiencia, que desmienten las tesis elementales que el esencialismo defiende. Tanto la religión como la filosofía son esencialistas desde que defienden una verdad irrefutable por estar ligada a un respecto no humano -> para la religión dios, para la filosofía el conocimiento redentor, esto es, aquél que desde Kant pretende un fin final en el que la verdad está depositada por nosotros mismos.
Ambas aventuras, la teología y la filosofía, se diseñan desde el limbo del pensamiento, que considera sus avatares fuera de toda injerencia, entremetimiento o inmiscuencia; como si el modelo de Platón no hubiera pasado de moda por muchas filosofías o teologías que hubiera; como si el idealismo estuviera siempre advirtiendo que todo lo que afirmemos sobre el mundo presente responde a una esencia imperturbable que es de todo punto externa a nosotros como individuos, y a todos los individuos hace que afirmen lo mismo de distintas maneras, porque siempre la verdad de lo que se afirme responderá a ese modelo.
Es curioso, pero hay una filosofía que pone en entredicho lo escrito hasta aquí: la filosofía de los literatos, la que apunta a la diversidad, a los matices, la que abriga versiones de todo tipo para todo tipo de cosas, que da cabida tanto al relativismo como al politeísmo, por ejemplo. De todo punto de vista diferente al cometido de la filosofía como guía vital, la filosofía que, dice Rorty, sostiene que ‘hay una forma de entender lo que las cosas son realmente (que la humanidad y el resto del universo son y siempre serán de un determinado modo, y que dicho modo es independiente de toda necesidad e interés humano, ya que el carácter de ambas cosas es meramente contingente)’ –“La filosofía como género transicional”, Massachusetts Institute of Technology, 2004.
Este esencialismo, mal mayor de nuestra época, es el que aparece indisolublemente ligado a la unidad, la universalidad, el nacionalismo, el creacionismo, el monoteísmo, el personalismo, el vitalismo, el fideísmo, en fin, la repera: todo aquello que conforma una visión del mundo que justifica creencias insolidarias, expansionistas, exclusivistas, integristas, fundamentalistas, egoístas… y que defiende unos valores apoyados en ese dios y en esa filosofía que no necesitan nada más que creérselas a pies juntillas, hasta matar o morir por ellas.
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