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Qué falta de tacto tiene esta mujer y qué poco aguante tiene. Acostumbrada a mandar a todo bicho viviente, Susana Díaz se ve ahora envuelta en un empecinamiento que no le deja absorber conceptos de otros a los que llama no sé para qué. Esto es: yo te llamo a consultas pero yo soy la que dice lo que hay que hacer. Qué bien la caló IU y qué bien que la deje por imposible, una vez agotado el discurso racional.
Tenemos implantado un matriarcado al que sostiene un partido tocado por la corrupción, y como bien dice Baltasar Garzón, los nuevos partidos en alza son producto de ese fenómeno, del cual es imposible zafarse, aunque la justicia sea la que castigue a los corruptos, dado que el ambiente propicio para el robo lo da y lo dio ese poder absoluto, ese absolutismo andaluz en el que todo el mundo sociata está como pez en el agua-> dice Griñán que él no sabía y de ahí nadie lo saca, como si saber de algo fuera todo aquello que la palabra saber significa.
Rémoras del pasado que ahora detienen los humos de la niña del pueblo: ya está bien de vender la pobreza como meritocracia, de ir de la mesa camilla al palacio. Doña Susana sabe que la resistencia a convenir con ella viene de planteamientos políticos, y no judiciales. Los jueces son la última palabra, el fiat es la última palabra, pero no son los jueces la primera. La primera palabra la marca la política y ahí, en ese terreno, todos ellos estaban y estaban de acuerdo o al menos no en desacuerdo. Hay vista gorda que a nadie compromete, pero de nada vale la vista cuando se trata de olfato.
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