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Marcuse comenzaba El hombre unidimensional con la siguiente pregunta: “¿La amenaza de una catástrofe atómica que puede borrar a la raza humana no sirve también para proteger a las mismas fuerzas que perpetúan este peligro?”. En el contexto actual creo que es necesario preguntar si la amenaza terrorista de asolar nuestra forma de vida no servirá también para perpetuar este peligro.
Las muertes de París de este fin de semana pasado son terribles, como lo son las muertes del Líbano, Siria, Palestina, por citar sólo tres países que son conocidos por todos nosotros. Todas las muertes violentas lo son. Pero en concreto, las de las víctimas del terrorismo nos afectan más. Precisamente por la naturaleza del terrorismo, que no tiene más objetivo que propagar el terror. Son muertes indiscriminadas, sin importar el quién y sólo buscando que todos y todas nos sintamos amenazados.
Pero no nos dejemos engañar tampoco. El ISIS, como cualquier otro grupo terrorista, se alimenta del odio. Y le da igual qué tipo de odio sea. Tanto el odio que infunde a los que conforman el grupo terrorista como el odio que infunde a los que son víctimas de sus acciones. La amenaza terrorista vive por, para y a través del odio. Por eso la pregunta es legítima. ¿Al odiar al ISIS no estamos engrandeciéndolo? Siguiendo la lógica de la pregunta sí, por supuesto. Al bombardear civiles en Raqqa también. Porque simple y llanamente han conseguido su objetivo: presentar al mundo occidental como un enemigo del Islam. Y así se ha generado más odio aún.
Y no es que no haya que oponerse con toda la firmeza posible a los actos terroristas. No es que no haya que condenarlos hasta la saciedad. No es que no haya que luchar activamente contra el terrorismo. Todo esto hay que hacerlo. Hay que hacerlo por nuestras familias, por nuestros amigos, por nuestra sociedad y por cualquier cosa por la que merezca la pena luchar. Pero no hay que hacerlo a cualquier precio. Apagar un fuego echándole gasolina no suele funcionar, y en estos contextos menos.
No pretendo vender humo. No sé cuál es la solución a este problema, pero tengo una idea de cuál no es. Como sociedad, debemos exigir a nuestros dirigentes, a todos y cada uno de ellos, que se opongan a iniciar una guerra más en el mundo. Tenemos que exigirles el compromiso de que no habrá víctimas civiles. Y tenemos que exigirles que actúen respetando todas las leyes internacionales. Pero también que inviertan a largo plazo, y si es necesario a fondo perdido, en la construcción de la paz.
No podemos tolerar otra guerra, y está claro que desde 2001 las soluciones que se han llevado a cabo sólo han agravado el problema. Afganistán no está mejor que antes de la invasión, e Iraq tampoco. Occidente debe caer en la cuenta de que las armas no han hecho de éste un mundo más seguro. Y nosotros y nosotras, como ciudadanos, tenemos que velar porque nuestros dirigentes no vuelvan a apagar fuegos con gasolina. Es una responsabilidad nuestra, de todos y todas. Como sociedad, debemos oponernos a la guerra, debemos oponernos a los ajustes de cuentas internacionales, porque son injustos e indiscriminados, y porque los que los vamos a sufrir somos nosotros y nosotras.
Jose Gallardo, Coordinador Provincial del Área de Juventud de Izquierda Unida Almería
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