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¿El PP baja por qué han aparecido otros partidos con tirón o por ser la corrupción incompatible con el voto favorable, o por las dos cosas? Da igual la respuesta, lo importante es encontrar, por fin, otro panorama diferente al bipartidismo clásico, una configuración distinta y, con ella, un enriquecimiento del espectro en el que decidir, en el qué responde el electorado. Un electorado que no es tanto el sector que vota como el conjunto de ciudadanos que puede votar o no. Dicho así, parece que también elige el que no vota… pues sí. Y no es una paradoja porque el hecho de votar no es predominante respecto a la abstención, dado que en el recuento final aparece el porcentaje de la población que no se ha acercado a las urnas.
Hasta aquí parece que no hay nada de incoherente, pero sí que hay un electorado incoherente dentro de un sistema de coherencia democrática. Un electorado incoherente es aquel que está de acuerdo con una política insensata, esto es, con una política que carece de sentido político. Esta insensatez se manifiesta fundamentalmente en el quehacer legislativo respaldado por una mayoría absoluta que no logra equilibrar lo cualitativo con lo cuantitativo –lo hemos comprobado en los decretos-leyes cuantiosos, pero también en leyes específicas (la ley mordaza) o en recortes sociales, educativos, culturales, sanitarios-, y el resultado es incoherente por sí solo.
Aquellos que votaron aquel PP no pueden ser los mismos que estén de acuerdo con su política desequilibrante y, si lo son, son un ejemplo de incoherencia –aunque bien es cierto que las encuestas dan a ese partido un considerable número de votantes que no volverán a las andadas. Pero, ¡ojo!, hay todavía mucha gente, el porcentaje mayor de todos los partidos, que va a repetir el voto, que va a confiar en el tráfico de influencias, en la alteración del precio de las cosas, en la falsedad documental, en el abuso de poder, en definitiva, en la corrupción, como consustancial con la política, como algo que no está del todo mal y, por supuesto, como algo mucho menos importante que la unidad de España.
Pues bien, mientras que ese porcentaje de insensatos esté ahí, no podremos hablar de una sociedad democrática y de un electorado moralmente coherente, y eso sí que es un grave peligro para todos, un peligro que rebasa Madrid, Valencia, Baleares, Andalucía y Cataluña, últimos escenarios de la marca España, la España cañí.
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