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Si las tramas organizadas que forman el sistema y el entorno, el estilo, diría yo, del PP hubieran leído aunque hubiera sido por los forros “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, no se habrían hecho famosas por el robo, no hubieran sido la comidilla de la ciudadanía que comprueba como le recortan la economía desde el gobierno mientras que otros, mientras que ellos, se forran con el dinero público, el dinero de los demás, el de sus impuestos. Don Mariano es el ariete, el mascaron de proa, la cabeza visible del ambientazo del fraude y la corrupción. Su partido soporta el 90% de la delincuencia política de España, con su unidad incluida. El otro 10% es para Pujol y los aparceros de la Junta andaluza.
Ahora vienen los lodos de aquéllos polvos, y don Mariano se pone a tiro y aguanta el tipo diciendo que ha sido el más votado, cuando lo cierto es que ha perdido la partida, el pulso al país, y ahora es carne de cañón, muñeco de feria, para propios y ajenos: se oyen voces que lo crucificarían dentro del edificio de la calle Génova, y otras, como las de Sánchez e Iglesias que desde fuera lo bombardean amplificando así su impotencia. El mismo Felipe VI duda de confiar su sillón a los hederos de la nobleza, ahora plebeyos con ínfulas, nuevos ricos, mercaderes y negociantes de baja estofa… y prefiere apuntalarse en la tradición republicana que en aventureros sin escrúpulos.
Se le pone fea la cosa a don Mariano que frunce el ceño y enarca las cejas cuando hace afirmaciones contundentes ante los periodistas sobre la unidad de España, la soberanía y demás yerbas, porque es lo único que le queda a manera de baluarte desde donde otear el horizonte español, como piloto que es de la nave que se llama “España”. Postureo, que se llama, y que debería tener el nombre de hipocresía y cinismo -> porque, ¿cómo enaltecer con honor al país que roban los tuyos?
Ya se sabe lo que dice el Evangelio de los que escandalizan, pero a mi me gusta Maquiavelo en el capítulo XVII del libro antes dicho: dice del príncipe que “por encima de todas las cosas debe abstenerse siempre de los bienes ajenos, porque lo hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”.
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