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Antonio Pérez Pérez. Periodista
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Desde su fundación por Abderramán III, más de un milenio de historia contempla a la ciudad de Almería y sus habitantes. Muchos de sus monumentos, alguno de ellos ya son solo restos arqueológicos, son un testimonio mudo que ha visto como por sus calles han vivido y paseado fenicios, cartagineses, bizantinos, romanos, visigodos, piratas, musulmanes y, más tarde, moriscos, y cristianos.
Un tiempo que ha contemplado más de una batalla que ha destruido prácticamente la ciudad. Por desgracia, estos años también han servido para ver algo que, tal vez, sea peor que todo lo anterior: el deterioro de estos monumentos y la acumulación de porquería y desperdicios a su alrededor.
Hace poco se redescubrió cómo parte de la muralla de Almería, del siglo X, situada en el barrio de La Chanca, se había convertido en un auténtico vertedero de basuras y escombros. No es algo que a los almerienses les haya pillado por sorpresa, de ahí su redescubrimiento.
Hay que decir que no es el único espacio de la capital en el que en lugar de hallar un ánfora del siglo XI, lo que encontramos es un colchón roído, semienterrado, de finales del siglo XX o comienzos del XXI, o pintadas de “artistas” cuyo vandalismo supera en creces al ocurrido durante la breve época bizantina en Almería.
La muralla de Jayrán, la que rodea todo el Cerro de San Cristóbal, la que se cae a trozos en algunos puntos de La Alcazaba, los torreones de La Chanca, los caminos que se dirigen desde la Puerta Purchena al Cerro de San Cristóbal, la Torre del Saliente o la Hoya Vieja; todos ellos y sus alrededores se parecen más a un cementerio de deshechos que a lugares históricos para ser contemplados por autóctonos y turistas. La gran mayoría de estos están designados como Bienes de Interés Cultural de la que fue en su tiempo la Puerta del Mediterráneo. Un patrimonio muy difícil de valorar, aunque para algunos carezca de cualquier valor histórico.
No así para los turistas que visitan la ciudad. A su paso dejan su granito de arena en forma de felicitaciones y reclamaciones de aquello que ven, perciben y sienten cuando pasean por Almería y concretamente por La Alcazaba. Además de críticas positivas como “Bellos jardines y preciosas vistas”, “magnífico monumento altamente recomendable”, “patios y zonas con encanto”; también anotan algunas negativas con un denominador en común: “basura”, “mucha basura” y “demasiada basura”.
Desde hace años algunos almerienses se quejan del deterioro de sus monumentos y de ver cómo estos pierden la batalla contra la inmundicia que, en ciertos lugares, comienza a sedimentarse. Durante todo este tiempo, las administraciones, tanto municipal como provincial y autonómica, se han ido pasando la pelota la una a la otra sin dar con una solución a este atolladero sin salida.
Pero aquí no se salva nadie. La que es la Capital Española de la Gastronómica 2019 está siendo castigada por todos. ¿De quién es la culpa? ¿Los almerienses valoran suficientemente el patrimonio de su ciudad como para defenderla, o la mínima actuación de las administraciones no es más que un reflejo de la falta de interés cultural e histórico por parte de los ciudadanos de Almería?
En uno de sus escritos Ibn Darraq Al - Qastilli, poeta oficial de Almanzor, dijo: “Cuando diviséis el castillo de Almería, estáis próximos a un océano de generosidad, su puerto es perla y coral. Cuando partís, vuestro corazón se llena de recuerdos”. Hagamos que entre todos esto sea posible.
Antonio Pérez Pérez. Periodista
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