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-Buenas tardes…Es de suponer que se llama usted Don Moroso Negligente. Vera usted: Traigo una factura pendiente de la época que data en que a los ladrillos le ponían paja y Argelia se independizaba de Francia. Esta factura pertenece a Pescados y Mariscos Cayuela, de Aguamarga, Almería, y venia para liquidar esa cuenta contraída que tiene usted con dicha firma.
- ¿Contraída? Confío en que, repasando mis antecedentes, se estreche más: Señor mío; esa cuenta que usted trae, es su cuenta que no la mía. Si su jefe ha hecho su cuenta, no tengo porque mezclarme en ella. Es más: Una factura que ustedes confeccionan no tengo porqué pagarla cuando no he intervenido en ella. Le voy a participar que soy una persona reconocida y muy alabada por adquirir géneros sin necesidad de pagarlos. Años en esa tesitura que siempre me ha ido tan bien y me ha identificado siguiendo una tradición muy bien alabada por conocidos y próximos que conocen y asumen con entusiasmo mi condición de no pagar lo que debo. Su intromisión en mi despacho, me parece sumamente incorrecta rayando el desatino, y más, exhibiendo una supuesta factura que no estoy dispuesto a pagar porque la considero ajena a mi persona. ¿Cómo no se ha enterado usted de mis referencias como intentar que abone un montante que no he pagado? ¿De qué planeta viene usted para intentar que abone un importe que he olvidado y asumo como no satisfacer? ¿Puede participarme y aclararme de que Galaxia procede y es mi voluntad que su confidencia quede entre nosotros?
-Comprendo: Comprendo su postura y su razonamiento pero si usted me paga el importe de gambas blancas que reza en la factura; mi discreción será la nota a seguir. Guardar mutuo silencio si se decide a pagarla. Nadie tiene por que enterarse de que usted ha pagado algo que no acostumbra y no es su hábito…no tengo por qué denotar y poner en entredicho su prestigio. En suma: Usted me paga y yo nunca he estado aquí…mis reservas y mesura, también es reconocida
-Joven español: No hace muchos años, intente por todos los medios quitarme la costumbre de no pagar lo que debo. Me inculque una Terapia Novel en un centro de rehabilitación. Seguidamente, pase a otro aula de Terapia Avanzada y viendo los resultados - un tanto voluble, eso sí - intente reciclarme y acoplarme en el siguiente paso de Terapia Terminal… ¡me expulsaron del Centro porque no había pagado ninguna de las cuotas…! Ahora, usted, me presenta una factura de gambas blancas donde a fe mía, hasta la cola de dichas gambas hay científicos arqueológicos creyendo que son fósiles. Intento que usted se dé cuenta que mi deber, a diestro, siniestro y otros pocos ambidiestros, ya no es en busca de mi felicidad sino que esa felicidad - más que sea complementaria - es mí sino, mi halo,…, mi aureola que me sostiene: ¡Pocos pueden alardear de no pagar lo que deben…! Siento frenesís y hasta éxtasis cuando me reclaman algo que no he satisfecho…! ¡Una morbosa excitación interior cuando me apremian a algo a lo que no estoy dispuesto a acreditar! ¡Una plena delicia cuando me reclaman algo y les convenzo de que son ellos los que me deben a mi…!
-Me parece muy emotivo y raya sobremanera mi sensibilidad con todo lo expuesto por usted pero mi cometido es que usted me abone la factura. Pescados y Mariscos Cayuela, no se puede permitir que el género enviado y pagado, pase a ser expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo como reliquia expuesta y digna de ser recordable por paleontólogos con difusas apreciaciones pero estudiosas a futuras generaciones sino vendida en el Mercado Central de Zaragoza con sus legales beneficios obtenidos a su emisor.
-Debe comprender, joven, donde quedaría expuesto mi crédito y notoriedad con pagar lo que recibo: ¿Cuál sería mi posterior identificación ante los que realmente me conocen y no dudan de mi antológica y sublime condición? ¿Qué quiere usted? ¿Qué pierda prestigio antes los demás? ¿Se olvida usted, quizás, el mito a mi persona de no pagar a los que debo? Nunca he abonado a los que yo debía. Puede llamarlo como un ritual. Es cierto que mi postura me ha creado muchos enemigos pero también muchos acólitos que siguen, cual dogma de fe, mi actitud/estilo y les va bien. Puede ser reminiscencia de mis ancestros que se metían las velas de iluminación callejera en sus casas y hasta las cerillas ya las traían encendidas del comercio de la esquina por no pagar su importe…
-Entonces… ¿Que hago con la factura? ¿Paga o la abono yo…? ¿Pongo mi culo a su disposición?
-¡¡¡No!!! ¡No adquieras malos hábitos! Mi consejo es que su jefe, la ponga en el techo y que seguidamente le dé un baño de cal. Una vez culminado dicho acto, encomendarle que me envíe cuatro cajas de gambas blancas de Marruecos; cinco cajas de pescadillas chilenas, diez cajas de largarines y un pez espada de 40 kilos que necesito y que la factura no sea tan apremiante e imperiosa como la que usted es portador seguida de un conato irrespetuoso de urgencia en su abono. (*)
Juan Marcelo
(*) Real. (Si sigue con su retórica, seguro que le confío hasta mi sueldo)
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