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Según la RAE, “el pensamiento es la parte del ser humano en la que se considera que se almacenan las ideas formadas por la mente de integrar ideas y representaciones de la realidad relacionando unas con otras”
Se presentó como todos los días mi profesor favorito, Cojonciano Ceropelotéz en el aula y una vez sentado en su mesa, nos dijo: “Queridos alumnos: mientras venia de camino, me ha dado por reflexionar, aun conociendo el peligro de tal dedicación y el daño que me puedo hacer a mí mismo - condición por lo que ya sabéis, no acudo muy a menudo – he pensado. Lo peor de la reflexión y que me salga mal es que no puedes endosársela a nadie y te la comes tú mismo” Es verdad: Pensar no es como jugar a la tétrica petanca o practicar otro deporte. Si pierdes al Voleibol, el tiempo te recupera; pero si te deslizas por un barranco por una idea, aun siendo una simple ocurrencia, las consecuencias pueden ser irreparables y ya me imagino las voces de irresponsabilidad y comentarios: “Se mató al despeñarse desde un pensamiento arriesgado” Una muerte estúpida, ¿Quién le mandaría pensar?
Quizás por ello, aboco a pensar en cosas sencillas. El pensamiento inducido, me da por reflexionar donde está el frigorífico del Estado del Bienestar que apenas tiene contenido y como hemos parado aquí en este lodo que nos atrapa y parece que me sentía culpable del desastre, algo así como que yo conducía a través de mi pensamiento cuando nos estrellamos. Cuando se llega a la etapa de ser menos para llegar a ser nada, parece que ya te indica el rol que te toca en este reparto de agravios y recortes mentales.
Ya, puesto a pensar, recordé cómo en aquellos años, ya superados, hacíamos servir el silbato de la queja contra el régimen establecido simplemente por lo malo que nos sucedía. Lo mismo daba que quemaras una rueda o que subiera el precio de los clandestinos condones; la culpa es de un gobierno que nadie ha elegido y estaban bien aposentados en sus poltronas y es que nadie tenía que ver con ellos para decir, desde un pensamiento y altavoz en mano, protestar contra algo que entre todos los hemos encumbrados a lo más alto.
Me quedo observando unas natillas que caducó cuando se construyó el Aeropuerto de Castellón y me planteé la duda metafísico-gastronómica, y mi cuerpo oscilo entre tomarla o desecharla. De un lado, mi estómago reclamaba su parte en la disputa y, de otro, el cerebro me advertía del peligro que puede representar los conservantes, colorantes y la galleta bailando el Reegatón porque estaba más caducada que Toni Cantó. Me preguntaba: ¿Vencerá las vísceras de la mente o se impondrán la razón tozuda del hambre? Mi pensamiento, ese que me da por pensar y me ha jugado malas pasadas, se inclinó por hacerlo comer a cualquier que piensa demasiado y quedarme simplemente con el hambre.
No podemos luchar contra nuestros pensamientos ya que la duda, vacilación e incertidumbre puede que te la encuentras en plena batalla. Por el contrario, esa lid igual te sale bien cuasi rayando la perfección y bien pertrechada en la retaguardia, te da “vidilla” y accionas el entusiasmo de emprender nuevas luchas que no deje en ese pensamiento daños colaterales.
De todas formas, el pensar no es bueno ya que admite tanto lo bueno como lo malo. Más vale formatear ese apartado y configurar otro donde abundan buenas costumbres, respeto hacia los demás y ayudas desinteresadas a los que más lo necesitan. Nos libraríamos de cómo decía el pensador israelí, Mennudo Mahmón, “El hombre piensa en el sexo cada siete segundos” ¡Imposible! – exclamo – Como miembro del colectivo, no lo admito, ¿Siete segundos? ¿En que pierde los otros seis?
Juan Marcelo
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