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Opinión - Jesús García Aiz
La Mirada de la Fe - 17/10/2021

EL CIELO ES GOZAR DE DIOS (IV)

El infierno es condición de posibilidad, pues es consecuencia de la libertad humana

Almeria 24h
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EL CIELO ES GOZAR DE DIOS (IV)


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Para ir concluyendo este hilo de reflexiones, nos queda hablar de aquellos que rechazan la salvación, empresa esta que comenzamos hoy y que culminaremos la semana siguiente con la última reflexión (V) de esta saga que lleva por título El cielo es gozar de Dios.

Y para referirse a la situación en la que vivirían aquellos que rechazan la salvación se habla habitualmente del «infierno», aunque quizás deberíamos evitar esta palabra en la medida de lo posible, porque es un término confuso, ya que en el imaginario colectivo está asociada a imágenes truculentas.

El Catecismo de la Iglesia católica dice que la Escritura llama infiernos, sheol, o hades a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios.

Si a nadie se le ha ocurrido interpretar literalmente la imagen del banquete nupcial que emplean los evangelios para referirse al reino de Dios, no se entiende por qué en este otro caso muchos predicadores de antaño no solo tomaron al pie de la letra la imagen del fuego del infierno, sino que añadieron otros muchos tormentos refinados. Ya en el siglo IV explicaba san Ambrosio de Milán, en su Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, que «no se trata de un crujir de dientes en sentido material, ni de un fuego perpetuo de llamas materiales, ni de un gusano como los de este mundo».

Si lo esencial de la felicidad en el cielo es la unión con Dios, y el infierno es el reverso del cielo, su esencia es el alejamiento eterno del único que puede saciar el corazón humano. Esto supone algo fundamental: Dios no ha creado el infierno ni podría crearlo porque -al igual que el cielo- no es un sitio, sino una situación; la situación que resultaría si alguien, de forma absolutamente consciente y libre, se endureciera en el mal. Por tanto, antes de que alguien decida colocarse en dicha situación, no existe el infierno, sino únicamente la posibilidad del infierno. Es decir, el infierno es condición de posibilidad, pues es consecuencia de la libertad humana.

Y esa posibilidad debe existir, sin duda, porque el amor no se puede imponer. Por eso, cuando preguntaron a santa Catalina de Génova si podría existir algo peor que el infierno, respondió: «Sí, que no existiera». Quería decir que, si el ser humano no pudiera elegir libremente el infierno, tampoco podría elegir libremente el cielo: Dios le obligaría a vivir con él tanto si quiere como si no quiere, lo cual no dejaría de ser una forma más de dominio despótico. Como decía san Agustín en uno de sus sermones: «Quien te hizo sin ti, no te salvará sin ti».

Jesús García Aiz




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