DOMINGO IV DE PASCUA
Lecturas: Hch 13, 14. 43-52: Sabed que nos dedicamos a los gentiles. Sal 99: Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Ap 7, 9. 14b-17: El Cordero los apacentará y los conducirá́ hacia fuentes de aguas vivas. Jn 10, 27-30. Yo doy la vida eterna a mis ovejas
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En la liturgia del cuarto domingo de Pascua se subraya la figura del buen Pastor. Es la más antigua representación que encontramos de Jesús. La imagen del crucificado era una realidad tan horrenda que prefirieron poblar las catacumbas y los sarcófagos cristianos de imágenes del Señor cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Sólo años más tarde comenzarían las representaciones plásticas de la cruz. La primera oración de la liturgia eucarística solicita que se nos conceda tener parte de la victoria del Pastor a pesar de la debilidad del rebaño. Una victoria que saboreamos en los sacramentos y en el testimonio de vida. La labor del Pastor es encomendada a la comunidad cristiana por el Resucitado (1ª lectura).
El Cordero Inmolado será el Pastor que conducirá a todos los elegidos a fuentes de Aguas vivas, y allí será donde Dios enjugará sus lagrimas (2ª lectura). Jesús rescata una imagen preciosa y precisa del Antiguo Testamento. Recuerda la alianza y evoca el cuidado de Dios hacia su pueblo. Se identifica mejor con la figura de pastor bueno que con la de un Mesías con tintes ambiguos o nacionalistas. Los verbos que aparecen en la narración evangélica nos prestan una valiosa ayuda para comprender la verdadera identidad de Jesús: conocer, dar (vida eterna), no dejar arrebatar (ofrecer seguridad en el peligro). Muestran las claves para identificar a Jesús como el verdadero Cristo. Saber que para el Señor no somos un número sin rostro, sino que, por el contrario, poseemos en su corazón un nombre propio, ha de llenarnos de una alegría desbordante. Quien nos ha amado hasta el extremo, nos invita a acoger el don de la vida que solamente Él da.
Tenemos que superar todo riesgo de desvirtuada metáfora pastor-borregos que no ejercen inteligencia/libertad. En presencia del Resucitado sucede exactamente al revés. Entre Jesús y los discípulos hay un diálogo y conocimiento mutuo en relación intima de amistad. La familia cristiana no debe olvidar nunca que su fortaleza proviene únicamente de Dios, único garante de toda actividad evangelizadora. Es el domingo del párroco ¿conoces alguno? Felicítalo. No conoces a ninguno…a qué esperas. Búscate un pastor bueno que “huela a oveja” y hazte su amigo.
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del seminario
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