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Opinión - Juan Marcelo
(La Regadera) - 25/01/2014

LA CHILABA DEL PAGANO

Almeria 24h
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LA CHILABA DEL PAGANO


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- Ya que esta semana – me recomienda mi regadera - no se te ocurre nada: ¿Podías relatarle a tus sufridos y a veces resignados lectores cando se te ocurrió la brillante idea de pedir tu ingreso en la Comunidad Islámica de Melilla? Según tu, para explorar y enriquecerte en campos nuevos. Que otra cultura religiosa ilumine tus vivencias que ya reflejaban carencias e insatisfacciones. Decidiendo apartar de ti la apatía de vegetar social y mentalmente, y esa estela de inconformismo y rebeldía tal mal llevada que no había forma de despegarse de ella. Según otros, que te conocían bien, que no querías que te aislaran en el reparto de las once vírgenes.

- Tienes la propiedad de hurgar en heridas que ya considero como cicatrizadas, cerradas –respondí echándole una aviesa mirada carente de todo entusiasmo.- Es algo innato en ti: Bajo mi responsabilidad, te aclarare que eran tiempos difíciles donde el dúo Pimpinela, lamentablemente, no había hecho su aparición José Luis Perales era un tierno efebo y ni siquiera adivinábamos la eterna Juventud de Jordi Hurtado.

Todo acaeció por la iniciativa e insistencia de mi compañero de pupitre, el portugués, Bragao Ceñido, que me sugirió la idea de adentrarme en el mundillo árabe. El, ya estaba en ello y no paraba de proponerme que le acompañara a una sesión de iniciación. Le dije que bueno. Que no iba a perder nada con ello y que le acompañaría pero sin comprometerme a nada. Que no estaba yo por engrosar la “nomina” de nadie A fuer de su insistencia, persuasión y cierto poder de convicción, accedí sin mucho entusiasmo.

Me impuso como condición, como premisa: que era obligado como iniciación, a que le acompañara a un Baño Turco para limpiar de impurezas tanto el cuerpo como el alma. Que la base principal era la base. Lavarse con agua y jabón.

Entramos en la sauna y me recibió como panorama alentador, cinco moros de torso desnudo cubriéndose con una fina bata transparente el resto del cuerpo. Cinco moros de labios gruesos y negro perfil que harían las delicias de Esther Cañadas. Dientes largos y amarillentos donde la Clínica Vitaldent encontraría un acicate más para convencernos que los visitemos. Miradas perdidas donde curiosamente confluían todas en mi trasero ya en exposición. Me alarme ante la posibilidad de que salir de allí demasiado pulcro pero no tan puro.

A los pocos minutos salimos de allí mirando de reojo a todo lo que se me acercara y seguidamente, nos dirigimos a la mezquita enclavada en el Barrio del Tesorillo. Un Imán nos recibió y me pregunto las causas que me inducían a abrazar su Religión. Le fui sincero y le dije que primero era mi curiosidad y segundo olvidar una educación religiosa caduca, con muchos misterios y sin sentido. El Imán asintió y pregunto a mi amigo si había salido indemne del Baño Turco. Bragao respondió que estuvo en todo momento ojo avizor y no fui “iluminado”. Seguidamente me pregunto por la talla y respondí que normalita, del montón. Recalco en que era la talla de vestimenta. Le participe mis hechuras. Llamo a su auxiliar y minutos después me trajeron una chilaba y un taguia, (gorro rojo marroquí).Una vez vestido, (agradeciendo que no hubiera un espejo cerca), el imán me insinúo, que acompañado de mi amigo, -que curiosamente vestía el traje del Instituto- me diera una vuelta por ahí para que me vaya familiarizando con la vestimenta. Nada mas salir a la calle, me despedí de mi amigo con la excusa de que era mi deseo que mi familia me viera de esa guisa y que mejor que ir solo a sabiendas de lo que me esperaba. El amigo lo comprendió y se despidió con una media sonrisa y una frase en portugués; “bounas las yevas” que traduje como: ¡Que no te pase “na”!

Mis tías, beatas y fervientes seguidoras de las hermanitas del Convento de la Hermanas Semi-Descalzas, sufrieron el consiguiente soponcio al verme vestido con chilaba y el gorrito rojo como complemento a mi indeleble decisión de abrazar dicha religión. Una de ellas, la tía Angustia, se asomo a la puerta para indagar donde había dejado la pandereta. Mi madre no se sorprendió. Ya me conocía. Mi padre me sugirió la idea de ir a meditar al Sahara. Lo más lejos posible También me conocía.

- Para no querer hablar del asunto, - protesta mi regadera - ¡vaya como te extiendes! Me pregunto si he hecho bien en sacar a colación el asunto. Como sigas; ¡Nunca me lo voy a perdonar!

- ¡Pues lo siento! – exclamo ofendido por la intromisión - Otra vez, te lo piensas. ¡Ahora que le he cogido el gusto…! Sigo:

Notaba en el ambiente familiar cierto rechazo a mi decisión. Procediendo de ancestros tan arraigado al catolicismo, no podían concebir que hubiera un moro en la familia. Me afearon esa iniciativa y hasta mi tía, Zozobra, se atrevió a echarme en cara si no me había dado cuenta de que la chilaba me quedaba corta:

- Habría que verlo subiendo una empinada escalera – advirtió mi tía Ansiedad, con marcado “desdeñoso desden” (Carme Font, escritora).

“Habría que verlo leyendo el Corán, – escuche una voz procedente de la puerta que asocie al vecino árabe, Guassón- “Este es capaz de leerlo de izquierda a derecha y no enterarse de nada.” “Habría que verlo en cuclillas; rezando”

- Hijo mío: – suavizo la situación mi madre conmiserativa y deseando calmar la desagradable situación - Comprendo que a tus trece años…

- Estoy a punto de cumplir los catorce –le recordé vivamente.

- Bien. Rectifico. Hijo mío: Comprendo que cuando estas a punto de cumplir catorce años, tengas inquietudes de ampliar conocimiento. De no estancarte. Explorar universos nuevos y adentrarte en otras culturas pero es verdad que si te miras bien, tu tía Zozobra tiene razón: Te queda corta la chilaba y encima el color no te favorece. Propongo una coleta china aferrando entre tus manos los textos de Buda o unas largas patillas de un Rabí empollándose el Torá. Todo antes de portar esa chilaba y el gorrito que asemejas a un desarraigado sarraceno ordeñando una cabra en el Barrio de los Cuernos.

Mientras, mi padre permanecía en silencio, impasible a todo. Solo se limitaba a observarme. Como recordando que cuando yo era pequeño y algo graciosillo, el me subía a los caballitos de la Feria. ¡Ahora, sin duda, me ofrecería un camello!

Me encamine al espejo de la cómoda y en un acto reflejo, me despoje de todo ropaje “ilustrativo” Seguidamente me vestí con el traje oficial del Instituto y salí por la puerta portando una estela altanera, arrogante, rayando muy mucho en la soberbia, y sin escuchar voces que me imploraban cordura y reflexión, me encamine de nuevo a la Mesquita. Entregue el ropaje sin mediar palabras y salí de nuevo dejando al Imán - que debido a mi desconsiderado feo gesto - se había quedado trasmudo; sin un recurrente balbuceo, perdiendo así, su innato “magnetismo”. Yo, había sucumbido a la crítica y a los perjuicios ajenos antes de seguir con lo que realmente deseaba. Debido a ello: Nunca más volví a tomar decisiones que no fueran las que percibo o toco sin retoques ajenos. Desde entonces me excluí de cantos y cuentos extraños. Aun así; pienso que todas las religiones excitan y estimula el interés colectivo por lo tanto, todas son respetables. Sobre todo por el fervor que despierta en sus adeptos. Que son más dignos sus seguidores que el mismo credo en si, y más si ello conlleva en sus discípulos hacer un dogma de fe. Sin son felices en sus creencias, mucho mejor. Que nadie les aparte de ellas. Por mi parte, una simple vestimenta en aquella época, fue el reflejo de cobijarme en un fulgor de arrastrar indiferencia que según trascurre el tiempo, hace que la misma, se vuelva mas descarada. Algunos pensaran que esa secuencia, esa anécdota, no es suficiente para tan determinante decisión. A buen seguro que es posible que lleven razón pero yo ya soy feliz en adorar seguir vivo con mis ideas, Con mis fracasos y éxitos. Con mis risas y desasosiego. Con mi cotidiana fe en lo que me rodea y palpo. Me he ocupado muy mucho de no tener ni fetiches, ni iconos, ni extrañas figuras que ocupen mi tiempo y por lo tanto, que no alteren mis pensamientos o derroteros. Pensamientos o derroteros personales en los que si creo, ya que emanan de mí desechando consejos o exhortaciones. Creo en lo que veo, aunque a veces, de lo que veo, tenga mis dudas.

- ¡Amen!¡ ¡Menos mal! - exclama mi regadera con un marcado ¡ufff…! de alivio – ¡Ya era hora! Si no te importa, voy a releer por quinta vez; “Vidas Ejemplares” Esta semana, dedicada al ex-presidente de Bankia, el iluminado Rodrigo Rato. ¡Mi ídolo! ¡Mi Tótem! ¡Mi incombustible relicario!

Juan Marcelo




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