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En Ucrania la gente muere por Europa y lucha contra el gobierno pro ruso como si de una liberación se tratara y como si toda la nación hubiera encontrado la verdad al mirar al sur y con ella la libertad. Otra gran parte de la población opta por vérselas con el pasado cultural e industrial derivado de la desaparecida URSS y recela del mercantilismo y de las dos velocidades europeas, de la satelización ejercida por Alemania. Pero además de estas razones geopolíticas hay algo más fuerte que raya en lo irracional y que impulsa a la juventud, preferentemente, a morir en la calle. Este plus hay revertirlo hacia la mesa de negociaciones y allí acordar algo coherente aunque sea al filo de lo imposible.
Lo que me ha motivado y sobrecogido ha sido una fotografía en la que con toda claridad y fría sensibilidad muestra cadáveres de jóvenes alineados sobre el suelo de la Plaza de la Independencia de Kíev, directamente, y con el rostro descubierto, seguramente para poder ser identificados por sus familiares. Veo esta foto y pienso lo fútil que puede resultar todo ese entramado de barricadas, acampadas, vehículos antidisturbios y gentes que se mueven en todas direcciones en una guerra sin cuartel. Qué poco resolutivo es todo eso, porque qué es Europa o Rusia sino un referente que enturbia las mentes y desata pasiones, odios, violencia y muertes. Qué poco sentido tiene esa lucha que no va a ninguna parte, máxime existiendo las urnas para pronunciarse y la palabra para comunicarse.
Cuando veo en nuestro país, sobre todo, esas acampadas de los indignados y esas procesiones del sí se puede, enseguida pienso en El Cairo, en Belgrado y ahora en Kiev. Pienso en que las democracias se han vaciado de contenido, que no hay democracia real en ninguna parte, que el capitalismo ha agotado su discurso del embeleso y que ha puesto a la gente fuera de los límites de la tolerancia. Tengo miedo, porque no es ya los bordes de las guerras civiles, que los hay, lo que veo, sino a los mismos seres humanos como animalillos que buscan la salvación a toda costa; y es ahí donde puede surgir el salvador de la patria, que no tiene que ser necesariamente un individuo, puede ser una idea, una idea segregadora, o un cúmulo de ellas, que nos haga irreconciliables para siempre… y eso no merece la pena, no vale la pena morir por Europa, ni por nada (hoy día).
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