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Personajes de opereta como los de esa derechona madrileña que salen de la nada, del saldo, para ocupar cada vez más las pantallas y el papel con esas declaraciones que tiran de espaldas o que acompañan a rostros llenos de muecas, con miradas llenas de ira y que desprecian a los que no les ríen las gracias, es más, castigan a los que se olvidan de ellos en las ocasiones más diversas porque se ven minimizados, apartados del interés común, esos, se han quedado para los momentos que no quieren sus padrinos, y se han quedado solos para aparecer ante la opinión pública diciendo disparates que delatan su escasa formación y mala educación. Son autoridades que recuerdan, en el ámbito madrileño, a aquéllos guardianes del franquismo que no paraban de amenazar y, llegado el caso, reprimir.
Ha bastado la Concentración por la Dignidad para ya desde antes, desde el día de antes, o de las horas anteriores, verlos hechos los perros guardianes que son, verdaderos energúmenos. Es el caso de Cristina Cifuentes, delegada del gobierno en Madrid, que el viernes ya dijo que el centro de Madrid no iba a ser de uso privativo de unos cuantos, despreciando a los convocados en vez de saludarlos y darles la bienvenida. Bueno, de lo que dijo después de la concentración, mejor ni hablar: que los manifestantes son unos delincuentes, salvajes y vándalos. En fin, una perla la muchacha, y eso que es funcionaria del cuerpo técnico superior de la Complutense, ¡qué ordinariez!
Y para echarle de comer a parte está el ínclito Ignacio González, presidente de la comunidad de Madrid, funcionario del ayuntamiento, conocido por Esperanza Aguirre y en su casa a la hora de comer, que horas antes estaba diciendo que la gente va a Madrid a destrozar el mobiliario urbano. Esto es, que como la otra, no repara que la gente va a Madrid a protestar por el tipo de vida que lleva, que atenta ya a la dignidad del hombre. Ni se le pasa por la cabeza que esa forma de vivir es la consecuencia de cómo ese partido que gobierna, que es el suyo, ha llegado a perder la vergüenza e ignora, desprecia y excluye del mapa a esa España que se ha convertido ya en un cáliz intragable que le perseguirá siempre y que no podrá apartar de él. Como la otra, él también irá al infierno, al fuego eterno.
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